Los reyes eméritos han decidido felicitarnos la Navidad con una imagen del nacimiento integrada en el retablo de la Capilla Mayor de la Catedral de Toledo. Lógicamente, la mayoría de los medios de comunicación han puesto el foco en el hecho de que, por quinto año consecutivo, Juan Carlos I y Sofía no han enviado una foto de ambos, como solían hacer antes de que el monarca se autoexiliara en Abu Dabi. Sin embargo, esta es una ocasión estupenda para dejar de lado el chisme y centrarnos en el hecho de que los reyes han elegido una imagen que simboliza lo que realmente celebramos en estas fechas. También es significativo que hayan acompañado su tarjeta con esta frase: “Feliz Navidad y próspero año nuevo 2025”. Porque la palabra, que líderes como Pedro Sánchez evitan sistemática y maliciosamente, colorea su existencia. Dicho al revés: las cosas que no se dicen es como si no existieran.

La Navidad existe porque Dios envió a su hijo a nacer en Belén, allá por el año 6 o 7 a.C. Al parecer, un error de datación del monje Dionisio, encargado de cambiar del calendario de Augusto al de Jesucristo, hace que celebremos el acontecimiento con un poco de retraso. Pero lo esencial no cambia: aquella llegada, punto de inflexión de la historia, dio inicio a una tradición que hoy conservamos. Para muchos, es algo más que historia; en todo caso, cuando celebramos la Navidad, lo sepamos o no, estamos honrando un hecho concreto que cambió la historia.

Y que resignificó el mundo, alterando el viejo esquema que distinguía el bien del mal, entronizando a los pobres y humildes, e inoculando en el corazón del hombre una promesa de salvación. Todo eso lo hizo el niño gracias al "sí" inspirado de su madre, una joven desconocida que se echó a las espaldas el peso del mundo. Ese niño, de cuya existencia hay más pruebas (grecorromanas, judías y, por supuesto, cristianas) que las que hay de la mayoría de personajes de la antigüedad, trajo con su nacimiento un mundo de redención.

España fue fundada como nación sobre el legado de aquel acontecimiento. Sus reyes fueron católicos y entendieron su vida como misión. Sin esa creencia, no habríamos llegado a América ni habríamos derrotado a los turcos, salvando con ello a Europa de un proceso de islamización que habría cambiado, para siempre, la suerte de nuestra civilización. El retablo de la Catedral de Toledo fue creado entre los años 1498 y 1504, en tiempos de Isabel y Fernando, gracias al trabajo de los principales artistas de la época. Hoy, cinco siglos después, los reyes de España vuelven a honrar nuestra historia y nos recuerdan lo que celebramos esta Navidad: que un niño ha nacido y que, con él, podemos volver a empezar.