Reunión del ministro Óscar Puente y el alcalde Carlos Velázquez este jueves en Madrid.

Reunión del ministro Óscar Puente y el alcalde Carlos Velázquez este jueves en Madrid.

Opinión LAS CARGA EL DIABLO

Óscar Puente impone un “monstruo” en el AVE de Toledo y la perplejidad es general: ¿que está pasando aquí?

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Técnicamente es un asunto complicado, pero así a bote pronto se intuyen dos éxitos notables del inefable ministro de Transportes, Óscar Puente, en la reunión del AVE de Toledo celebrada este jueves con el alcalde, Carlos Velázquez, en Madrid. Puente es un ganador atropellado y entra en los sitios como elefante en cacharrería, aunque con la habilidad de salir airoso y por la puerta grande de los trances complicados. No encuentra lobos a su altura.

El primer éxito del ministro, absolutamente menor para los intereses generales pero extraordinario en la hoguera de las vanidades de la fauna política, es el ninguneo, con malicia y fuerte retranca, al Gobierno de Castilla-La Mancha, excluido con toda la intención de esa reunión pese a ser un actor fundamental en el futuro del AVE toledano. El sanchista Puente, sector ultrasur, ha querido darle una colleja al díscolo Emiliano García-Page y se ha encontrado al consejero Nacho Hernando para recibir el bofetón. Zas en toda la boca.

El segundo éxito ministerial es mucho más importante y ahí sí Toledo se la juega con el AVE. Óscar Puente ha impuesto “porque yo lo valgo” la solución del viaducto sobre el Tajo que hasta un minuto antes de la reunión contaba, como mínimo, con el rechazo del Gobierno de Castilla-La Mancha y el Ayuntamiento de Toledo. Esta semana, en dos días diferentes, el propio consejero Hernando arremetía explícita y contundentemente contra ese viaducto con tres descalificaciones directas e inequívocas: un monstruo, una barbaridad y una montaña rusa. ¿Tenemos entonces a un bárbaro al frente del Ministerio de Transportes?

Que conste que no cuestiono la solución técnica del Ministerio, porque ni podría ni tengo fundamento alguno para hacerlo, aunque sí quiero hacerme eco de la perplejidad general que, como se comprenderá, este asunto del viaducto y sus alrededores ha provocado en Toledo, que además es Patrimonio de la Humanidad y debe extremar el cuidado de los detalles en este tipo de grandes infraestructuras. Pasar de la fiera gigante que destrozará Toledo a manotazos, el demonio loco que oscurecerá el bellísimo casco toledano, a la docilidad que estamos viendo ayer y hoy requiere, digo yo, un poco de prosa descriptiva. Explicar las zonas en blanco.

O sea, que la solución de Óscar Puente sea imponer un “monstruo”, así repentizando, significa que nos hemos saltado algún capítulo intermedio en el serial y alguien tiene algo que contarnos para recuperar el hilo del relato. Sobre todo porque la “barbaridad” se ha hecho explícita sin solución de continuidad, de un día para otro y sin apenas resistencia, y aquí el Ayuntamiento tendrá, supongo, algunas cosas que decir a los toledanos, más allá de que, en efecto, el proyecto se ha mejorado con las alegaciones. También la Junta y otros actores de reparto tendrán que emplearse en alguna explicación. ¿Todos a la vez en todas partes han cambiado de opinión?

A no ser, claro, que este enredo haya sido desde el principio tan sólo una comedia que, más allá de lo que está viendo el público, venga detrás acompañada por una tramoya manejada entre todos mar adentro. El gato encerrado de la mascarada. O sea, el artilugio que dirige la montaña rusa y del que solo vemos los decorados, tan divinos de luces navideñas y maravillosos efectos estupefacientes. Y que venga otra ronda.