Hasta hace unos días, siempre había entendido que el diálogo social era las negociaciones que se llevaban a cabo entre los representantes de los trabajadores y de los empresarios para lograr acuerdos que repercutieran en el bien común.

En cambio, cuando algo se acuerda entre dos partes y se presenta como "un avance sin precedentes", aunque la tercera pata de la ecuación ni tan siquiera se haya presentado al partido, es más propio de una dictadura bananera que de una democracia.

Pues bien, el pasado viernes, la radiante ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, vestida de rojo para la ocasión (no irían a pensar ustedes que lo haría de verde o de azul), el presidente de CCOO, Unai Sordo, y el de UGT, don José Álvarez, al que otros con más confianza llaman Pepe Álvarez, han decidido democráticamente, por tres votos a cero, reducir la jornada laboral a 37,5 horas.

Qué ironía. Se vende este acuerdo que entrará en vigor de forma paulatina, si no lo evita el Congreso de los Diputados, a lo largo de 2025, lo que es una flagrante intromisión a la autonomía de la negociación colectiva, ya que obviamente tendrían que ser los convenios sectoriales los que regularan las horas de trabajo.

Pero en este país ya se sabe. Si los empresarios están en contra de esta reducción de la jornada laboral es porque son "fachas". Si protestas "lanzas fango", si te organizas para dar tu versión es porque "eres de la fachosfera" y si tragas, tragas y sigues tragando, al final estás abocado a cerrar tu negocio, lo cual será interpretado por algunos como que no has querido compartir la riqueza y huyes con los bolsillos llenos.

La estrategia es siempre la misma. ¡Cállate, que vienen curvas! Esta reducción a 37,5 horas es la menos lesiva para la patronal, ya que en el futuro el objetivo es llegar a 32 horas de trabajo a la semana. ¿Con quién se ha contado? Da igual, pero psicológicamente lo que significa es "si no quieres café vas a tomar dos tazas".

Parece que a nadie le importa la supervivencia de la pyme que es la que está soportando el peso de muchas de las ocurrencias de este Gobierno de Pedro Sánchez; quien siempre pasa la factura al autónomo y a la pyme. Ojalá algún día tengamos un presidente del Gobierno que entienda que la economía real no es la de Florentino Pérez ni Juan Roig, sino la del empresario con dos o tres trabajadores. Es a ellos a los que les va a caer la factura de los 11.800 millones de euros que va a costar la reducción de la jornada laboral.

Como decía el Cantar del Mío Cid, "¡qué buen vasallo sería si tuviera buen señor!". Pues eso. Qué grande sería España si tuviéramos buenos dirigentes; si de una vez PP, PSOE o quien esté en el Gobierno se diera cuenta de que sin nosotros, sin la pyme y sin los autónomos, la economía no funciona; pero, de momento, sólo somos los "pagafantas de sus ocurrencias".

Aquí nunca pasa nada. Todos los pequeños empresarios estamos centrados exclusivamente en "resistir". En resistir las subidas del IRPF, en resistir con esta reducción de jornada, incremento del salario mínimo, en obligarnos a contratar con la Caixa un plan de pensiones para los trabajadores del sector de la construcción, etcétera y, por supuesto, hacerlo con una sonrisa porque, como dijo Yolanda Díaz, habrá inspecciones con multas de hasta 10.000 euros.

Así es que, entrelíneas, les digo a todos los empresarios que no desfallezcan porque aunque ni son pocos ni cobardes, siempre hemos salido adelante y seguiremos haciéndolo. Esto no es cuestión de PP o PSOE; es cuestión de quién paga, porque con ambos partidos nos ha ido o mal o sólo regular.