Ha pasado la semana horribilis para el gobierno y el partido que lo sustenta. Fin. Ha terminado. De momento. Y es ahora cuando procede enfrentar algunas cuestiones que han estado flotando en el aire y que nadie se ha atrevido a plantear. ¿Cómo se llegó a esta semana horribilis? Por Casualidad, puede contestar alguien. ¿La casualidad puede organizar una sucesión de acontecimientos que se han escalado de menor a mayor intensidad en función de unos objetivos que no se nombran, pero que sobreentendemos? El desarrollo de los hechos señala una sucesión ordenada y metódica, planificada y estratégica. Por Azar, puede pensar otro, como si el azar y la casualidad no fueran equivalentes. ¿Y porque se han sucedido las comparecencias para juntar en un solo acto investigaciones que nada tienen que ver entre ellas? ¿No se pretendía llegar al final del proceso apuntado en una sola dirección que no es otra que el presidente del gobierno? El Destino, puede sugerir alguien con formación clásica. Sabemos por griegos y latinos que el Destino utiliza a los dioses como instrumentos para conseguir sus objetivos. Los dioses intervienen en las historias de los humanos para favorecer a unos o a otros en función de sus rencillas divinas. ¿Contra quién iban los dioses en esta ocasión? ¿Querían perder a alguien?

Y si descartamos estos tres agentes motores, Casualidad, Azar, Destino ¿qué nos queda? La realidad. ¿Ha habido alguien o alguienes de carne y hueso, con nombres y apellidos, que han establecido este orden de aparición en escena y no otros posibles? ¿Se podían haber cambiado fechas de comparecencias –ha ocurrido en otras ocasiones- se podía haber alterado el orden para que el espectáculo montado con intención demoledora no trasmitiera los mensajes implícitos que se han trasmitido? Claro, que el entramado es más fácil de entender mirando a otro de los actores del montaje: el PP. (Quien pueda hacer que haga). Lo venían anunciando, para crear un clímax excitado, en diferentes intervenciones. Lo repetían, lo amplificaban preparando el terreno para el discurso estrella del sr. Feijóo y sus "ocho días de oro", primero en una cena partidaria y después en el Congreso de los Diputados. "Quien pueda hacer que haga", las palabras del dios de la derecha, sr. Aznar, han penetrado en estos días desde el Olimpo de los dioses en despachos influyentes, en redacciones de medios de comunicación, en redes sociales, hasta en los lugares más humildes, pasando por los juzgados de Madrid.

¿Alguien podría explicar a los ciudadanos este montaje judicial, mediático y político? Nos hemos acostumbrado a cosas que no tienen explicación, que suceden porque suceden, sin que aparezcan quienes mueven los hilos. Y fíjense que no digo que lo de esta semana horribilis se deba a una conspiración, a pesar de lo mucho que se parece, sino que estamos ante una escenografía que la derecha, cada vez más desinhibida, disimula menos. Se anuncia de forma descarada: desalojar a Sánchez de la Moncloa. Como sea, a cualquier precio. Se consideran con más razón y con más derecho a manejar instituciones y recursos varios para acabar con un gobierno –objetivo Sánchez– legitimo, pero con medidas de izquierdas. Un estorbo a sus planes cuando la economía va como va, cuando España crece más que el resto de países, cuando el empleo se incrementa y el turismo sigue siendo la gran vaca nutricia.

Saber, podría alejar a los ciudadanos de su desafección de la política y del desencanto con la democracia. Conocer, conocer por qué las cosas ocurren como ocurren y no de otra manera. Saber y conocer quiénes están detrás de estas historias en las que jueces, medio de comunicación y políticos han actuado como un bloque estratégico de la política actual. Por supuesto, de la independencia del poder judicial o de los medios de comunicación ni hablamos.