No creo que exista mejor manera de comenzar el año 2025 que pretendiendo que los toledanos conozcan e incorporen a su patrimonio cultural las obras que dejaron en Toledo el matrimonio francés Suzanne Grange y Raymond Edanz, según quisieron ser conocidos. Pasaron entre nosotros el final de los sesenta, la década completa de los setenta y los primeros años de los ochenta. Después, ignorados y estafados, abandonaron Toledo para volver a Francia donde residieron hasta su muerte. Imaginar, en la distancia, su dolorida decepción con las gentes de la ciudad que amaron, no deja de ser más que promover un reconocimiento cívico y artístico que no tuvieron en vida.
Aspiraban a vivir en un mundo de ensueños y lo encontraron en Toledo, ciudad en la que siglos antes estuvo Kyot de Provenza, el poeta imaginado, que descubrió en Toledo, varios siglos anteriores a Cervantes, un manuscrito escrito en árabe sobre los secretos del Grial que entregaría al escritor alemán Wólfram von Eschenbach para su libro 'Perceval'. Lo que da pistas sobre la ciencia y la sabiduría astronómica de Toledo en los siglos XII y XIII. Pudieron influir además para asentarse en Toledo sus vinculaciones con los movimientos 'fin de siécle' el esoterismo, el ocultismo, la teosofía, la sabiduría alquímica, el espiritismo o la astrología. Toledo, en el imaginario europeo, era la ciudad de la alquimia. Uno de los núcleos centrales, junto con el catarismo, de la heterodoxia frente al uniformismo de la Roma cristiana. El microcosmos en el que ellos se desenvolvían lo iban a plasmar en un segundo mural, no tan grandioso como el Mural del Anillo, pero sí más denso, situado en el exterior, cercano a la biblioteca de la antigua Universidad Laboral. Allí fuera, sometido a la furia de temperaturas extremas, aparece una mujer, coloreada y de luz, que muestra el grial, reproducido como un vaso litúrgico. En su interior, según el caballero Galaad, se puede ver “la maravilla de todas las demás maravillas.”
Un fondo rojo de intenso valor dramático (la maravilla es de color rojo) enmarca a la mujer que lleva el grial, la única que en la literatura artúrica puede llevarle porque es pura. ¿Una mujer que lleva el Grial en un mundo de clérigos y caballeros? Y esa no es otra que 'Repanse de Schoye' o 'Repanse de Joie', traducido como 'Dispensadora de gozo', cuyo nombre aparece escrito en el mural. Y nos queda para completar la simbología del mural, las palomas que, en posición invertida, representan la luz vertical de la revelación. Estas son las figuras de un mural que esconde el universo de creencias y narraciones de la materia de Bretaña, de los mitos ancestrales de celtas e iberos, las tradiciones orales de los druidas, de los cultos rituales de las diosas mediterráneas, Isis, Deméter, Cibeles, Seméle y de un matriarcado, apenas ya testimonial.
El entramado de mitos y creencias proviene de un libro del siglo XIII del alemán Wólfram von Eschenbach, titulado 'Perceval', que rescribió un texto anterior de Chrétien de Troyes (Li Contes del Graal), aunque introduciendo variaciones que hicieron más complejas las referencias celtas, mediterráneas y cristianas. Y, por supuesto, Wagner, la música de Wagner y otras, que el matrimonio escuchaba cuando trabajaba y servían como desencadenantes de las imágenes que, de manera automática, Suzanne plasmaba en bocetos y después trasladaban a cerámicas brillantes. Así que ese mural, en un lugar de paso, esconde mitologías de diverso origen, mensajes disfrazados entre leyendas, historias que la humanidad olvida y que resurgen ocasionalmente en lugares insólitos para ser descifrados. El mural compendia el mundo sicosocial de dos creadores que dejaron su testamento afectivo e intelectual en la ciudad de Toledo: su Ciudad de los Sueños.