¿Todo ha sido un pacto Rajoy-Sánchez?: España país de locos
Ya se sabe que Rajoy sube escaleras como si las bajara, y viceversa. Nunca sabemos en qué punto del tablero anda ni el sentido de su último disparo. España sigue alucinando a estas horas con el terremoto político de la última semana y cada cuál se ha llenado de preguntas sin respuestas que sólo cobrarán verdad más adelante, cuando todo empiece a recuperar el sitio y el ruedo ibérico se haya reorganizado. Iremos viendo luz, pero las cabecitas de los españoles aún no han digerido el zambombazo del Congreso y se interrogan por la no dimisión de Rajoy y su aparente inmovilidad ante la moción de censura que le ha echado de la Moncloa y ha colocado a Pedro Sánchez, con ochenta y pico escasos diputados, en la Presidencia del Gobierno. Bajo esta perspectiva de la impasibilidad, Sánchez es un invento de Rajoy, el producto presidencial de su imperturbable actitud de efigie marmórea. El hijito político.
¿Tiene sentido? No tengo ni idea, supongo que no. Estoy días se ha leído de todo en la prensa patria y dos o tres hipótesis periodísticas me han llamado especialmente la atención. No sé si nos hemos vuelto locos o es pura paranoia, pero las lecturas son interesantes. A saber: que el tsunami es un golpe conjunto del bipartidismo Rajoy-Sánchez para mantener su fortaleza y arrinconar al emergente ciudadano Rivera, ahora ya tocado, irrelevante y triste; que la no dimisión es el último gran gesto salvador de Rajoy con su partido, al que ha frenado en seco de la caída libre de los últimos meses, y que, en fin, el PP y el PSOE con esta profunda maniobra de calado dan un nuevo impulso al sistema del 78, empequeñeciendo a los populismos emergentes a derecha e izquierda y manteniendo su apuesta por la alternancia entre ellos sin satélites molestos carentes de sentido del Estado. Rajoy ha preferido dejar el Gobierno en manos de Sánchez antes que darle esa baza a Rivera.
Según estas teorías, alucinadas o no, el "pacto de Estado Rajoy-Sánchez" justo a los dos años, es decir, en mitad de la legislatura, estabiliza el estatus de reparto del poder entre populares y socialistas, arrincona a Rivera y Pablo Iglesias y deja a todos los demás como unos pardillos que han picado el anzuelo y han entrado al trapo envenenado que el tándem Rajoy-Sánchez los ha tendido a mayor gloria del sistema, con todos sus defectos y debilidades y en medio de una situación de grandes turbulencias, pero todavía con la capacidad de fortalecerse a sí mismo mediante esta clase de maniobras. Además, Rajoy ofrece a los españoles la posibilidad de sufrir un Gobierno Frankenstein y comprobar sus estragos, a la vez que el PP pone en marcha su propia regeneración interna y un nuevo liderazgo. Evidentemente, se trata de puras especulaciones conspiranoicas, enfermizas tal vez, pero con su sentido y su verosimilitud en mitad de una vida política tan convulsa, demente y extraña como la española.
Personalmente, no sé qué pensar ni hacia dónde mirar a partir de ahora, pero ver a Albert Rivera convertido en Riverita de la noche a la mañana, fuera ya de su posición estelar de estos meses y con tal grado de cabreo, me ha hecho pensar que algo complejo y febril está pasando más allá de la superficie de las cosas: de pronto el PP parece haber dado un subidón en la estima de su masa electoral y el PSOE, ya con los resortes del poder, tiene en su mano la posibilidad de pegarle una embestida a Pablo Iglesias, su verdadero enemigo, y recuperar el sitio histórico del socialismo en España, dos hipótesis con las que ganan el bipartidismo y el sistema y pierde el populismo oportunista a ambos lados de la cancha. ¿Estamos todos locos? Tal vez. Yo ni quito, ni pongo, sólo reseño.