Castilla-La Mancha, el PSOE y Page son diferentes
En un ciclo de mayorías absolutas imposibles, el electorado de Castilla-La Mancha ha vuelto a demostrar que va por libre y que, afortunadamente, tiene su propia visión de la política, la democracia y los tiempos que corren. Es una buena noticia, creo yo, que el voto castellano-manchego haya demostrado ser menos vulnerable a los vientos casuales de la coyuntura y que tiene personalidad propia frente a las turbulencias cotidianas y las modas. Los lugares comunes. Las elecciones autonómicas han manifestado este carácter con fuerte voluntad, aunque es verdad que en los ayuntamientos la inestabilidad ha sido mayor y se ha visto necesario armar las mayorías municipales a base de negociación y pactos que finalmente se han llevado al huerto los socialistas, siempre en su gran estela de inspiración y potencia política por encima del resto en la región. Ahora lo vemos claro: no podía ser de otra manera.
Así que el resultado final ha sido contundente: el PSOE se ha hecho con casi todo el poder castellano-manchego, tanto en la Junta como en las ciudades y diputaciones, y de nuevo vuelve a triunfar la teoría de que el socialismo es el sistema que más se parece a Castilla-La Mancha y que, por lo tanto, siempre termina por ganarlo todo. Una hipótesis que cuando llega dudosa o inestable, como ha ocurrido en algunas capitales y pueblos de la región, invariablemente encuentra muy a mano la muleta perfecta que corregirá ese desvío de las urnas y servirá de apoyo y de merienda al poder socialista en la región, tan eficaz como inteligente y rotundo de voracidad. Este camino ya lo marcó Pepe Bono, que era un lince manchego, y el PSOE regional lo ha recorrido cuando ha sido necesario, aunque hay que reconocer que el presidente Page parece alcanzar niveles de notable perfección en el arte de abducir al que se ponga por delante, ya sea Izquierda Unida, Podemos, Ciudadanos y todos los que vengan: siempre hay un Molina o un veleta a mano con el que engullirlo todo y enseñar al votante castellano-manchego quien trae estabilidad, negociación y acuerdo a Castilla-La Mancha. El centro político, es decir. La moderación, la socialdemocracia tranquila. Page hoy en día.
Se ve claro que la política castellano-manchega es diferente y que el PSOE y Page, maquinarias de poder y táctica en la vida pública, también lo son: conocen el terreno que pisan, son conscientes del público que tienen y manejan los resortes como nadie más ha hecho hasta ahora en la región. El Partido Popular no terminó nunca de aprenderse bien esta lección y cuando llegó al poder por la casualidad de una crisis fue incapaz de amarrarlo de verdad y lo perdió en cuatro años sin arañar siquiera levemente la poderosa estructura socialista. El trabajo que los populares de Paco Núñez tienen ahora por delante es titánico y desesperanzador y mientras tanto Page, además, anda mirando a Pedro Sánchez e intenta rebozarle la lección que tal vez nunca aprenderá: es posible hacer política inteligente sin desvíos ni sectarismos, es posible arrinconar a radicales e independentistas, es posible pactar con Albert Rivera, es posible jugar por el centro. Es posible, en fin, un PSOE sin Sánchez que recupere el sentido común y abandone los extremos. Con Page es posible: esa es la idea.