Sánchez y Tezanos han jugado a ser los más listos de la clase y el farol les ha hecho aguas por todas las costuras. Cuando uno se cree que no se puede ser más guapo, llega la realidad y eso no hay Tezanos ni Redondos que lo arregle. Querían una plácida victoria que fuera irresistible a izquierdas y derechas y les ha salido una España ingobernable. El exceso de ego ha llevado a los galácticos de Sánchez a una sobresaturación de optimismo. Y de ahí a una victoria decepcionante. Ya veremos si vamos a otras elecciones, pero el panorama que nos ha dejado Sánchez con esta nueva convocatoria fallida de elecciones es más que desalentador. Desde el punto de vista de la aritmética parlamentaria, peor aún que el resultado de abril, que ya era nefasto. Ahora toca a los líderes políticos asumir las consecuencias y, sin que sirva de precedente, ponerse el traje de hombres de Estado y resolver esta ecuación sin llamar de nuevo a los españoles a las urnas, lo que sería vergonzoso y tal vez con malas consecuencias. Sánchez y Tezanos dibujaron una realidad paralela pero la verdad no se ha creído sus mentiras y ahora nos encontramos un poco más atrás de la casilla de salida.
A Sánchez le toca ahora empezar a mover ficha en este tablero intratable. Él sabrá cómo. Este 10-N ha ganado Vox y han ganado los independentistas, y el bipartidismo clásico se queda con los ojos a cuadros viendo que es la única solución razonable que se presenta a la vista del complejo puzzle español, que parece un disparate y ya veremos dónde acaba. PSOE y PP, Sánchez y Casado, tienen ahora una responsabilidad histórica que deben resolver: la de ser capaces de entenderse, facilitar un gobierno para España y desbloquear una situación que, de otra manera, caería en manos de dos de los grandes males del país: el populismo y el nacionalismo separatista. O ni siquiera eso, tal vez la nada y nuevas elecciones generales. Casado tiene ahora mismo el marrón de sacar a Sánchez del gran embrollo en el que ha metido a los españoles y trazar una estrategia que permita otra salida diferente al caos o la repetición electoral. Esta gran putada a España tienen que resolverla aquellos que la han provocado y Sánchez el primero. Albert Rivera, el hombre, ya no puede.
Casado, en todo caso, observa el laberinto con tranquilidad, aunque con una mirada extraviada a Santiago Abascal y el futuro que le queda por traer. Rivera ha dejado de ser un problema para el centro derecha español, pero tampoco podrá ya ayudar en nada a Pedro Sánchez, de manera que ese doble efecto de Ciudadanos en su gran debacle general reorganiza la situación y abre un nuevo escenario. O Sánchez se entiende con Pablo Casado o vendrá Pablo Iglesias con lo suyo y volveremos al bucle de abril que nos ha traído hasta aquí. Un círculo vicioso, y con los separatistas por un lado y Vox por el otro acechando en esta débil circunstancia: no queda otra que pensar, darle sensatez a la situación y ponerse en faena.Rivera ha pagado las consecuencias que no ha pagado Sánchez, aunque debería, pero este lunes todo está peor y España ahora mismo parece ingobernable. Por favor, que alguien lo remedie. Sánchez, Casado y viceversa.