Los sorprendentes talentos de Sánchez
Pedro Sánchez quiere marcar una época en la política española. Es un horror, pero me temo que ahí está su objetivo: una larga temporada en el Gobierno que colme su infinita ambición de poder y provoque el mayor fracaso posible entre sus enemigos propios y extraños, los de dentro y los de fuera. Sánchez nunca podrá figurar en los momentos estelares de la Humanidad, ni en los extramuros siquiera, pero ya está dejando claro que es un político frío y osado que pasará por encima de lo que haga falta para mantener su cima. Incluidos sus principios, si es que los tiene. Incluida la verdad, si es que la conoce. Y hasta incluidos los límites democráticos, si es que sabe dónde están situados. Ya lo ha demostrado continuadamente y así va a seguir siendo, de manera que este escándalo diario no puede ya sorprendernos. Es un hecho que tenemos encima.
Que lo consiga o no dependerá de una larga sucesión de acontecimientos pero a Sánchez hay que reconocerle un extraordinario y sorprendente talento para la supervivencia y una inteligencia política que, unida a su evidente falta de escrúpulos, son suficientes para armar una estructura de poder sólida y estable que se prolongue en el tiempo más allá de lo que vienen pronosticando incluso los observadores más optimistas. Ponerle plazo a este tiempo político y a esta legislatura es un ejercicio de comentario político muy a la moda en según qué ambientes pero la voluntad de Pedro Sánchez es tan férreamente tozuda en llevar la contraria al apocalipsis que esta lucha de fuerzas contrarias anuncia una larga contienda que el sanchismo no abandonará hasta el último suspiro de su último aliento. Hacer la autopsia tan pronto al nuevo régimen es tan entretenido como absurdo, básicamente porque el muerto está muy vivo y no tiene ninguna intención de dejarse cazar. Resucitar es su increíble habilidad en medio de todas las tormentas. No digamos ya de su socio y cordial enemigo íntimo, Pablo Iglesias, cuyas intenciones de dejar el poder tienden al infinito empezando del cero hacia atrás.
Otra cosa serán los destrozos que juntos puedan perpetrar, pero Roma puede arder y los dioses contemplar el espectáculo desde el Olimpo rascándose las barrigas. Más aún cuando enfrente no tienen un rival a su altura, al menos que podamos intuir a día de hoy. Frente a Sánchez e Iglesias y su gigantesca maquinaria pública y privada de propaganda e instrumentalización política de todos los mecanismos del Estado, frente al uso descaradamente partidista de toda la democracia y sus resortes, frente a las mentiras desmedidas, nadie hay enfrente con capacidad de desbaratar el castillo ni derrumbar el relato, y esa es una deficiencia general muy grave labrada a fuego lento desde la Transición que ahora llega a su apogeo. Ni Pablo Casado, ni Santiago Abascal, ni Inés Arrimadas, ni ya dentro del PSOE Emiliano García-Page o cualquier otro crítico tendrán muchas opciones de poder hacer nada frente a la torrencial fuerza de la naturaleza que esta izquierda política coaligada y sectaria se dispone a desplegar. Solo patalear y guardar al menos lo suyo.
Y ojalá me equivoque.