¡Cuidado con Sánchez!
Pésimo gobernante. Excelente propagandista. Resistente invencible. Tres perfiles del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que veo próximos a la realidad. Matizables pero veraces y verosímiles. Si es capaz de superar políticamente el brutal zarpazo que el coronavirus está dando a los españoles, huracán de tragedia y desolación, Sánchez gobernará muchos años. Su habilidad para la supervivencia en el naufragio ya está demostrada, pero no las lleva todas consigo. El presidente lo tiene difícil y las próximas embestidas del virus y sus consecuencias van a poner España boca abajo y zarandearán su mundo alrededor: temblará la economía nacional, temblará el empleo, temblará la sociedad entera, y parece evidente que el Gobierno actual de Sánchez, empequeñecido por momentos, no tiene la capacidad, ni la actitud, ni las decisiones para afrontar el gran terremoto que anuncian por venir. Tampoco tiene la verdad ni la grandeza, y eso es algo que inevitablemente salta a la vista. Es como la elegancia: se tiene o no se tiene y es indisimulable, pero Sánchez, ya lo verán, se pondrá todo el maquillaje que sea necesario y parecerá que llega de otro mundo.
Naturalmente, me da igual el futuro político de Pedro Sánchez, lo que me importa es España y su gente, pero me temo que el presidente del Gobierno no tiene esta misma perspectiva y va a pelear por no salir de la carrera. No por la de su Gobierno: por la suya. Que Pedro Sánchez salve los muebles, y logre sobrevivir como presidente del Gobierno a las próximas inundaciones, no significa necesariamente que tenga también que salvarse el actual Ejecutivo de coalición y su extraordinariamente larga e impresentable nómina de ministros y altos cargos, aunque tampoco tiene por qué significar lo contrario. Puede salvarse Sánchez y no este Gobierno, pueden salvarse Sánchez y también este Gobierno y, quién sabe, pueden caer desplomados todos en el intento y dar paso a un nuevo tiempo político en España. Todo puede suceder, pero en todo este lío yo tengo una sola e íntima certeza deducible de lo que conocemos del personaje y su inabarcable tendencia a la simulación: el soldado Sánchez, ahora general en jefe, tiene muy claro el lugar que ocupa su persona en el catálogo de todas sus prioridades. Ya lo tiene demostrado y es altamente improbable que eso vaya a cambiar.
Así que en estas condiciones afronta España el golpe demoledor que está llegando. Y todas las encuestas de las últimas semanas, no lo olviden, mantienen al PSOE de Sánchez en la primera posición y con un Gobierno parecido al actual en caso de nuevas elecciones generales, y por mucho que el PP esté creciendo: pudiera parecer imposible si lo imposible hace sólo medio año no se hubiera convertido en realidad en la España de esta robada primavera. Imposible si el Gobierno que quitaba el sueño a Sánchez y al noventa y tantos por ciento de los españoles no lo hubiera hecho realidad el propio Sánchez. Imposible si esta bufonada redundante de ministros duplicados no fuera la pesadilla de los telediarios que jamás hubiéramos creído. Imposible si cada comparecencia oficial no se hubiera convertido en la infumable novela por entregas de los sábados y el edificio siga sin caerse. Imposible si el drama nacional ya no hiciera soportable la impostura. O sea, imposible nada: Pedro Sánchez, al contrario que su oposición al completo, tiene muy claro su horizonte y cómo alcanzarlo, y en esa tarea anda comprometido de forma absoluta. Así que las cosas claras: ¡Cuidado con Sánchez!