Sánchez incendia la Moncloa
Pablo Iglesias se le ha subido a Pedro Sánchez a la coleta y en la Moncloa algunos ya están hasta el moño. Lo cuentan afiladas crónicas políticas: a Sánchez se le está poniendo cara de monaguillo de Podemos y en su entorno más cercano, Iván Redondo y compañía, empiezan a no comprender al presidente del Gobierno y sus visibles aspavientos radicales. Camino torcido del PSOE. Todo por el yo y la supervivencia: un día más con vida, ecuación política que la gente ya empieza a comprender y que al parecer tiene muy preocupada a la legión de asesores que han atestado la Moncloa. Inquietud por dos vías de desagüe: la fractura interna que ese extremismo tal vez provoque en el Gobierno y la sangría electoral que puede venirse encima de este Partido Socialista reconvertido en sanchista y tan irreconocible a estas alturas de los 42 años de la Constitución. La agenda política nacional la ha llenado Sánchez de un montón de demasías y esto puede traer cola: exceso de nacionalismos, exceso de mentiras, exceso de otegis y rufianes, exceso de concesiones al independentismo, exceso de propaganda por toneladas, exceso de impuestos, exceso de ataques a Madrid y exceso de rollito republicanoide de un Pablo Iglesias que está crecido y que, deben pensar en la Moncloa, desangra votos socialistas cada vez que sale con alguna astracanada en los telediarios. O sea, todos los días.
La situación es grave. No para Sánchez, cuyo futuro político es lo de menos, sino para una España atribulada que no sabe dónde va. Y el entorno presidencial, según algunos comentaristas, quiere reconducir el rumbo de la nave y que Sánchez “gire al centro” y deje de cabrear a medio mundo. A tanta España. La idea es que el presidente del Gobierno salga del bucle ideológico y doctrinario en el que anda enredado con Iglesias y el Gobierno socialista recupere un perfil y una agenda política que la izquierda sensata y socialdemócrata pueda reconocer como propia, y no como un préstamo viejuno y reaccionario de Podemos. Y que eso luego se traduzca en papeletas en las urnas. Cuentan que Iván Redondo, el gran gurú, anda seriamente en rebeldía con la debilidad que Sánchez marca ante Iglesias y hasta aseguran que el presidente del Gobierno, ya con el “síndrome de la Moncloa”, anda encerrado en su despacho y se ha vuelto impermeable. Hermético, sordo, sombrío. Sánchez I El Emperador ha sucumbido a los males del poder y sus homilías semanales por la tele, con esa vocecilla y esa cara beatífica tan ensayada en los espejos presidenciales, ya no son más que ruido de fondo a la hora del aperitivo. Comparece Sánchez y la gente baja el volumen y se vuelve a las cañas.
Pero que nadie se equivoque. Este pequeño incendio del ivanrredondismo en la Moncloa puede ser real aquí y ahora, tal vez, pero la legislatura va a ser larga y completa y la coyuntura de esta semana puede darse la vuelta el mes que viene, o ser justamente del revés. Todo son estados de ánimo y perspectivas y cada día tiene los suyos. Sánchez no será un hombre de Estado, ni nada lejanamente parecido, improvisa, desbarata, miente, gobierna a trompicones, practica el “como sea” como principio básico de actuación, pero es un político sagaz e inteligente, el más tacticista y listo de la vida pública española del momento, y maneja la propaganda como nadie. Y una cosa más: es un superviviente radical, o sea, que no sucumbirá tan fácilmente, ni ante Pablo Iglesias ni ante nadie, y menos con una derecha enfrente dividida y torpe que va ciega y sin rumbo. Es el Rey del Mambo. Sánchez puede llegar a provocar un incendio de verdad en el país y en el Gobierno, y terminar con su propia demolición política y la del PSOE, pero no parece que su caída vaya a suceder en mucho tiempo. No es previsible antes de que ocurran otras muchas cosas y el mundo se ponga unas cuantas veces del revés. En su ego lleva Sánchez un gigante escondido y se lo impedirá. Como sea.