Siempre en tensión. No encuentro a nadie cerca que vaya tan sobrao como para garantizar una victoria que vuelva a darle el gobierno de Castilla-La Mancha a Emiliano García-Page en las autonómicas de 2023. Quién sabe: ocurre ahora, pero esto no pasaba en 2019, cuando los pronósticos andaban alegres y libres de vacilación. El margen de la incertidumbre era entonces mucho más estrecho. Sólo describo: el PSOE todavía era el PSOE. Algo le quedaba. Pero la irrupción del sanchismo en la cacharrería socialista, estos años de destrozos y mentiras, de asalto y descomposición moral del poder, han roto el equilibrio y nadie sabe ya qué pasará. Todo es viento y humo, el socialismo clásico se ha desvanecido por las alcantarillas extremistas y unos socios infames. A Pedro Sánchez, es verdad, conviene no ningunearle el porvenir, ya resucitó de entre los muertos, pero el miedo se ha metido en el tuétano de baronías y territorios socialistas, y el abucheo general salta en cualquier rincón de España, como el otro día en el corazón de La Mancha. Dos días después le llegó en el mismo entorno mágico la luminosa aclamación al Rey Felipe. Siempre ha habido clases.
Por eso, Page anda permanentemente en tensión, sin perder la pelea al horizonte. Probablemente lo aprendió de Pepe Bono: siempre atentos, nunca confiarse, no dar jamás nada por ganado. No dejes que haga otro lo que puedes hacer tú. Y menos aún con un Sánchez que envenena tu nombre y puede hacer saltar todo por los aires. El presidente de Castilla-La Mancha sabe que el PP de Paco Núñez, por mucho que parezca débil, puede quitarle de un manotazo la merienda y eso exige atención permanente veinticuatro siete. De ahí la intensidad, el detalle, la vigilancia, la cacería. Toca a García-Page profundizar su marca, resolver sus propias ecuaciones, afrontar en soledad la batalla final. El último duelo. Por lo que pueda aún sobrevenir. Nada está escrito.
Entusiasta torrencial. Frente a la férrea voluntad de García-Page, el ímpetu y la pasión de Paco Núñez es lo que el PP está poniendo enfrente. Un candidato rival entusiasta y torrencial, que quiere ser arrollador. Que va a por todas. Que sueña apasionadamente con convertirse en el próximo presidente de Castilla-La Mancha y tiene una fe inquebrantable en sí mismo y sus posibilidades. Núñez tiene claro que, pese a que sus apuestas no son ganadoras y su oposición anda renqueante, no existe ni un solo indicador por el que tenga que perder inexorablemente la primavera del 23, y esa fuerza la lleva en el corazón y la cabeza, que le repiten cada día la lección. Es una cuestión de ánimo y tenacidad, y los chicos de Page lo saben y aprietan cada día. Tic tac, tic tac. Hay un aparente menosprecio socialista que forma parte del espectáculo y la sobreactuación, pero el recelo anda sobrevolando siempre la función. Se mastica en el ambiente. Se ve respeto mutuo detrás de las críticas con las que se embisten a diario, de forma tan lacerante a veces. Tan excesiva e irreal.
A favor de Paco Núñez juega tal vez la ola de Alberto Núñez Feijóo, siempre que sea capaz de mantenerse en la parte alta de la cresta y no empiece a desinflarse con las puñaladas que aún restan por llegar. El sanchismo parece estar haciendo mucho por el ascenso general de la derecha, aunque nunca hay que fiarse de que el púgil grogui no pueda destruir a su rival en la última bocanada que le quede. Sudoroso y medio muerto, pero mucho más peligroso: hay un punto loco en el que los límites dejan de existir. Por eso Núñez, como Page, no debe confiar excesivamente en el ejército que pueda acompañarle. Esta guerra es la suya. Toda gran batalla debe librarse siempre en soledad. Es el último duelo y, en efecto, todo está aún por escribir.