Día y noche de Madrid. Un raro del Barroco
Aunque de esta obra existen un par de ediciones que podemos considerar actuales, como la de editorial Aguilar de 1950, incluida en el tomo I de Costumbristas españoles, al cuidado de Evaristo Correa Calderón, o la realizada en 1976, por la autora del mejor trabajo su vida y obra, Milagros Navarro Pérez, en Obras selectas editadas por el Instituto de Estudios Madrileños, tanto ella como su autor no han traspasado hasta ahora el ámbito del mundo académico y de los especialistas.
Como apunta Enrique García Santo-Tomás en una de esas documentadas introducciones, marca de la casa editorial y sus dos colecciones fundamentales, Letras Hispánicas y Letras Universales, que la obra de Francisco Santos (Madrid, 1623-1698) no haya llegado al lector medio aficionado a los escritores de los siglos XVI y XVII, puede deberse en primer lugar a la apabullante concentración de nuestros grandes escritores en aquella época que ensombrecerían a todo aquel no tocado por la virtud del genio. Luego, cuando el no especialista, se pone a la faena de leer a muchos de estos autores enseguida se explica por qué la mayoría no han traspasado la barrera y han seguido manteniendo lectores a lo largo del tiempo, que al fin y al cabo es una de las condiciones del verdadero clásico. También lo es, la falta de originalidad y de verdadero talento, apuntada por el García Santo Tomás, cuando nos informa de una constatación que todos los conocedores de su obra han señalado: “plagios a pluma armada”.
Este Francisco Santos, que nació y residió la mayor parte de su vida en Madrid, pero que también vivió en Sevilla y Toledo, parece que dedicó la mayor parte de su vida al ejercicio de las armas; un oficio que le habría permitido un conocimiento del hampa y las costumbres populares que se trasluce en el grueso de su obra. Hay que decir, sin embargo que cuando uno repasa los títulos de sus obras tiene la impresión de que al menos para titular demostró algún talento. Uno leyéndolos no tiene otra que llevarse y repetirlos aquí:
Alba sin crepúsculo: Paráfrasis de lugares de Sagradas y devotas plumas… (1663); Las tarascas de Madrid y tribunal espantoso (1665); Los gigantones en Madrid por de fuera y prodigioso entretenido. Festiva salida del Cristo del Pardo (1666); El no importa de España, loco político y mundo pregonero (1667); Periquillo el de las gallineras (1668); El rey Gallo y discursos de la hormiga (1671); La tarasca de parto en el mesón del infierno y días de fiesta por la noche (1671); El diablo anda suelto, verdades de la otra vida soñada en esta (1677) El sastre del Campillo (1685); La verdad en el potro y el Cid resucitado (1686); Cárdeno lirio, Alva sin crepúsculo (1690); Madrid llorando e incendio de la Panadería de su gran Plaza (1690) Historia del Cristo de la Oliva (1690), el vivo y el difunto (1692); El escándalo del mundo y piedra de justicia (1696); el arca de Noé y Campana de Belilla (1697) y el que ahora comentamos cuyo título completo es Día y noche de Madrid. Discursos de lo más notable que en él pasa (1663). Diecisiete títulos en total que por ahora componen su producción, porque no sería extraño la aparición de algún texto más de este prolífico costumbrista del Barroco.
Las mencionadas influencias, cuando no plagios, provienen, casi de todos sus antecesores y contemporáneos: Quevedo, Céspedes, Liñán, Suárez de Figueroa, Saavedra Fajardo y sobre todo de Baltasar Gracián. Y así, García Santo-Tomas señala sobre la obra: “Día y noche de Madrid parece dialogar en ocasiones con la obra magna de Juan de Zabaleta El día de fiesta por la mañana y por la tarde, publicada en esos mismos años y de preocupaciones muy semejantes...” Costumbrismo, picaresca y moralismo”, “delirante concepción del presente y moralidad atosigante, obsesiva.” “Su recorrido urbano está plagado de episodios chocantes que rozan frecuentemente en el mal gusto, tratando sin remilgos toda clase de actividades que son censuradas por el autor como desviaciones de la norma o como prácticas prohibidas: prostitución, violencia doméstica e incluso un muy velado bestialismo (cuando no una brutal animalización de la lujuria femenina) definen a muchos madrileños de alta alcurnia y de bajos fondos.”
La trama es bien s imple: Onofre, un excautivo de Argel, liberado por los frailes mercedarios, napolitano, llega a Madrid, “la gran Babilonia”, y la visita de la mano de Juanillo el de la Provincia. Juanillo es un huérfano desde los diez años y tras haber servido como Lázaro de Tormes a cien amos, vive ahora cómodamente en un convento como sirviente, tras seguir los buenos consejos de un religioso. Tras contar su vida comienza la gira. Ahí van algunos de los tipos y estampas con que se topan en los dieciocho discursos que la componen: escala por donde se sube a ser dama la fregona; lances de un día de toros; sastres en la plaza, sacamuelas; sombrereros; día de ajusticiados; soplones; busconas; entierros suntuosos; cárcel de Corte; casas de juego; tullidos en lo aparente; mozas que buscan donde servir; limosneros; valientes de mentira; duros de bolsa; las gradas de San Felipe; Hospitales y locos; busconas de noche; fuentes de Madrid; el “¡Agua va!”; lo que encubre un manto; valientes a puerta de taberna; fin de la mala mujer; la ronda; la doncella virtuosa; la comadre; academia poética entre mendigantes…” remata el discurso XVIII y último con la vida de Onofre.
En fin, el aficionado a la lengua popular de esos siglos encontrará buen número de expresiones y curiosidades por donde hincarle el diente, a una obra y a un autor, que mucho me temo seguirá durante muchos años en el lugar en el que el tiempo y los lectores, hace ya bastante, con toda justicia le pusieron. Me temo que los loables esfuerzos del editor y su inclusión en el escaparate de Cátedra no será suficiente.
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Francisco Santos. Día y noche de Madrid, discursos de lo más notable que en él pasa. Edición e introducción de Enrique García Santo-Tomás. Ed. Cátedra. Letras Hispanas. 368 páginas. 15,30€.