Manuel Chaves Nogales. Los secretos de la defensa de Madrid.
Las escasas ocho páginas del prólogo de Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897-Londres, 1944) a los nueve relatos de 'A sangre y fuego' deberían ser lectura obligatoria para los alumnos de Bachillerato en toda España. Hoy lo he vuelto a leer y me he vuelto a emocionar otra vez más. La tercera España existió:
“Yo era eso que los sociólogos llaman un “pequeñoburgués liberal”, ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio –como dicen los marxistas-, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo. Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni cría que yo fuese realmente un buen periodista, pero, a fin de cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria…
…Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución: todo revolucionario, con el debido respeto,me ha parecido algo tan pernicioso como cualquier reaccionario…
…mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí existe, el pecado contra la inteligencia, el pecado contra el Espíritu Santo…
…Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España…
…un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros… …yo era perfectamente fusilable….
…me encontré en pleno régimen soviético (en el periódico Ahora incautado)… hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado… … nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario, ni por mi condición de “pequeñoburgués liberal”, de la que no renegué jamás…
Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo… …yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea un lujo excesivo…
…Me expatrié cuando me convencí de que nada que no fuese ayudar a la guerra mismo podía hacerse ya en España…
Y luchando con ellos y conmigo mismo por permanecer distante, ajeno, imparcial, escribo estos relatos…”
Ese prólogo memorable lo fecha el autor entre enero y mayo de 1937 en Montrouge (Seine, Francia) y en el año siguiente comienza una colaboración en diecisiete capítulos con la revista mejicana Sucesos para todos, que junto a otros dos artículos dedicados a la “agonía del Gobierno del Dr. Negrín” y a la caída de Madrid conforman este libro que lleva por título el de la serie en la revista, Los secretos de la Defensa de Madrid.
El año 2011 la misma editorial Renacimiento realizó una primera edición en el que faltaba un capítulo, que se tradujo de la edición inglesa del Evening Standard y también algunos de los dibujos, fotografías e ilustraciones originales de Jesús Helguera que ahora aparecen en su totalidad, además de los dos apéndices mencionados y un prólogo de Antonio Muñoz Molina, en sustitución del de Isabel Cintas, primera gran estudiosa de Chaves Nogales. Curioso, que en las portadas de los reportajes originales mejicanos se firme siempre “Chavez”.
Desde la primera página de estos reportajes realizados para una revista en la que abundaban los “reportajes novelados”, la figura del general José Miaja ocupa un lugar central y muy destacado, como no podía ser de otra forma, en un hombre que desde su puesto central, equilibrado y profesional tuvo que lidiar, tanto contra la anarquía de las caudillos populares, como contra las sospechas que la profesión de militar levantaba entre las fuerzas sindicales y políticas que tenían desde el primer momento de la rebelión un control mayoritario de las armas y de la calle. José Miaja representa al profesional de carrera, leal a la República, pero que aborrece de todo lo que ocurre en la calle impuesto por las fuerzas revolucionarias desatadas desde el diecisiete de julio. Es Miaja el representante más genuino dentro de la profesión militar de esa tercera España con la que se identifica Manuel Chaves Nogales. De ahí que todo el libro acabe siendo ante todo un retrato de ese “general que se quedó olvidado” en Madrid y a quien ante todo se debió, junto a la indecisión de los asaltantes en los días críticos y la aparición de las Brigadas Internacionales, el milagro de la resistencia de un Madrid, que el propio Gobierno con su huida a Valencia dio por perdido. Sin duda este libro reivindica desde un momento muy cercano a los hechos una figura fundamental y muy alejada de la épica de la resistencia sobada por la historiografía izquierdista al uso. Chaves ilumina a Miaja y la propia figura del general devuelve mucha luz al propio periodista.
Manuel Chaves Nogales. Los secretos de la defensa de Madrid. Editorial Renacimiento. España en armas. Espuela de plata.2016. 240 páginas. 17,90 €