Bushido. El alma de Japón
Después de leer "Bushido. El alma de Japón", irremediablemente me ha venido a la memoria "El crisantemo y la espada". Patrones de la cultura japonesa, ese manual escrito por la socióloga norteamericana Ruth Benedict, ante la previsible necesidad de una ocupación de Japón durante años, tras la II Guerra Mundial, para ser usado por las autoridades ocupantes por la evidente utilización que como fuente tiene en esa obra. Inazo Nitobe (Iwate, Japón, 1862- Vancouver, Canadá, 1933) se había adelantado en 1899 con la primera edición en inglés a esa pretensión de “intentar explicar Japón a los extranjeros, hacer más fácil su comprensión externa” en palabras del editor de esta edición española, José Pazó Espinosa, bisnieto del primer traductor al español, en 1909, Gonzalo Jiménez de la Espada, uno de los primeros japonólogos españoles, llegados a Japón en pleno auge de la política de apertura al mundo propiciada por la Era Meijí (1868-1905). Lo que trataría de promover sería “Una interpretación de la esencia nacional japonesa", redactada para ser comprendida por los occidentales.
David Tomás Almazán nos explica en el prólogo que bushido literalmente significa militar-caballero-camino, o sea, “los caminos, los modos que los nobles guerreros deben observar, tanto en su vida diaria, como en su profesión; en una palabra, los preceptos de la caballerosidad, el noblesse obligue de la nobleza guerrera… es el código de principios morales que los caballeros debían o aprendían a observar. No es un código escrito; cuando mas, consta de unas pocas máximas que han corrido de boca en boca o han salido de la pluma de algún guerrero o sabio muy conocido. Con más frecuencia es un código no enunciado ni escrito, que posee, en cambio, la poderosa sanción de los hechos verdaderos, y de una ley escrita en las fibras del corazón. Fue establecido, no por obra de un cerebro creador, todo lo capaz que se quiera (pero uno), o sobre la vida de un solo personaje, por renombrado que fuese.
"Fue un producto orgánico de décadas y siglos de experiencia militar. Ocupa quizá, en la historia de la ética, la misma posición que la Constitución Inglesa en la historia política; sin emargo no tiene nada que se pueda comparar con la Carta Magna o con el Habeas corpus…” (Página 40).
El citado Pazó Espinosa, en el epílogo dedicado fundamentalmente a la memoria de su bisabuelo, de quien la editorial Satori recupera su histórica traducción, remata: “El Bushido de Nitobe desarrolla ampliamente esta idea: el Japón moderno hunde sus raíces en un código caballeresco, parcialmente común al occidental pero, mientras que en Occidente ese mundo ha desaparecido hace mucho tiempo, en Japón pervive e informa cada capa y cada acto de la sociedad. La idea de Nitobe es interesante y radical: el Japón moderno, ese país metamorfoseado en la época Meijí, sigue siendo espiritualmente un país de humildes pero heroícos guerreros, capaces de sacrificar sus vidas en aras de la lealtad. Antes era la lealtad a un señor; ahora será a un estado o incluso a una compañía comercial” (Página 195).
“Es un código de honor que sustituye a una religión, o se convierte en ella. Es un arte del buen vivir y sobre todo buen morir”.
Sólo con repasar los epígrafes de algunos capítulos el lector tendrá idea de los valores que el Bushido desarrolla: Rectitud o justicia, Valor, facultad de la audacia y del sufrimiento. Benevolencia. Cortesía. Veracidad. Honor. El deber de lealtad. Educación y enseñanza de un samurái. El imperio sobre sí mismo. La institución del suicidio y la del desagravio. La espada alma del samurái. La educación de la mujer…
Además, cualquier lector tendrá ocasión de conocer a un autor, Inazo Nitobe, y a un traductor, Gonzalo Jiménez de la Espada, cuyas vidas y obras merecen la pena.
Una curiosidad el Bushido: fue traducido del francés al español por el general Millán Astray en 1943.
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