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Alejandro Sawa. Crónicas de la bohemia.

18 agosto, 2018 00:00

Alejandro Sawa (Sevilla, 1862- Madrid, 1909) pasará a la historia de la literatura española por ser el autor de un libro de memorias, Iluminaciones en la sombra y, ante todo, y quizás a su pesar, por ser el Max Estrella de 'Luces de Bohemia', al que Valle-Inclán presenta en la primera acotación: “El hombre ciego es un hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales”. Es el poeta “loco, ciego y furioso” que arrastra la acción a lo largo de la obra.

Pero además de Valle Inclan, como nos dice Iris M. Zavala en su excelente estudio preliminar, fue retratado en “versiones dispares en vida y muerte; amargadas y displicentes unas, amistosas y cordiales otras. Sus amigos: Valle-Inclán, Zamacois, Darío, Bark, Nakens, Enrique Cornuty, Salvador Rueda, Gómez Carrillo. Se dice que es el francés de 'Aurora roja' (1904), de Baroja, es Sawa; él mismo cuenta que fue personaje de 'Alborada' de Bark...”.

Los retratos que le dedicó Baroja, sin embargo, no son ni mucho menos favorables: “Era un pobre hombre sin ninguna penetración, moreno, con cierto aire apostolar, melenas y barbas negras” (Memorias VII, pp. 136-137). En 'El árbol de la ciencia' aparece como un caso de heroísmo cómico: “¡Ese pobre diablo empeñado en desafiar a la riqueza es extraordinario!  ¡Pobre imbécil” (Capitulo VIII).

El juicio de Manuel Machado, que lo recuerda como bohemio incorregible, es más benevolente: "Volvió entonces de París (hacia 1896) hablando de parnasianismo y de simbolismo, y recitando por primera vez en Madrid versos de Verlaine. Pocos estaban en el secreto”.

También lo es el de Hermann Bahr: “Nunca he encontrado en mi vida una figura juvenil más hermosa, un Byron del proletariado, el beau ténébreux del romanticismo hecho méndigo”. Rubén Dario: “Vivía siempre en su sueño. Él me inició en las correrías nocturnas del Barrio Latino”.

Negativa la impresión de Azorín: “Alejandro Sawa me parece un fat –lo digo en francés porque él finge que se le ha olvidado el castellano, hasta el punto de que continuamente está haciendo esfuerzos para encontrar una palabra-. Refiriéndose a un artículo que ha publicado en 'El Heraldo' –desatinado es incongruente hasta lo inverosímil-, decía esta tarde: -Ayer vi a Burell por la calle, y me dijo. He leído eso. ¡Así se escribe, maestro!. Sawa quiere ser aquí una especie de Moréas, Jean Moréas”.

Eduardo Zamacois: “El divino Alejandro de alma inflamada y espíritu superior”. Y, por fin, el inolvidable Max Estrella de Valle-Inclán, del que Iris M. Zavala dice: “En boca de Sawa –Max Estrella- pone su definición del esperpento; él ciego como Homero y Belisario, el Hermes hispánico, define la estética-política valleinclanesca. El bohemio coincide con el obrero anarquista en la cárcel, y el intelectual –ex futuro miembro de la Real Academia Española- comprende los quejidos y la rabia del trabajador catalán. Ambos se encuentran en un mismo punto: España es farsa grotesca, y a ambos no les queda otra salida que la muerte. Para el obrero por la “ley de fugas”; el ciego intelectual muere por ver más a fondo “en el fondo del vaso”.

Hace años Jorge Luis Borges le señaló como uno de sus escritores favoritos y se rescató 'Iluminaciones en la sombra' y poco más. En estas 'Crónicas de la bohemia' se rescatan más de ciento setenta crónicas que escribió para la prensa, desde sus artículos de juventud en Málaga hasta los publicados poco antes de su muerte. Además se incluyen cinco artículos para 'La Nación de buenos escritos' “como negro” de Rubén Darío. A todo ello se añade el mencionado estudio de Iris M. Zavala y una introducción de Emilio Chavarría que completan de manera impecable la edición.

Alejandro Sawa. Crónicas de la Bohemia. Estudio de Iris M. Zavala. Introducción y notas de Emilio Chavarría. Ediciones Veintiseteletras. 2008. 570 páginas.