El Rastro. Andrés Trapiello
Si alguien podía escribir este libro que se subtitula, Historia, teoría y práctica, sobre el popular Rastro madrileño, ese es sin duda Andrés Trapiello, que a lo largo de sus veintiún tomos publicados de sus diarios, que él llama su "novela en marcha”, Salón de pasos perdidos, lo ha paseado una y otra vez, como bien conocen sus lectores:
“Llevo yendo al Rastro todos o casi todos los domingos desde antes de la reforma del alcalde Tierno en 1984. Este fue, según muchos de los tratantes y rastrómanos, quien se cargó el Rastro...”.
“Esta es la secuencia. Me visto a oscuras si haber pasado por la ducha. El aseo personal vendrá después, a la vuelta, y se ha de hacer así para no desentonar con el ambiente que nos encontraremos luego. Sin pasar tampoco por la cocina, salgo de casa y camino soñoliento hasta la cochera. Siempre he dicho que al Rastro es mejor ir en ayunas, como los verdugos. Se está más despierto. A esas horas, el trayecto de nuestra casa al Rastro es corto, de unos diez minutos... Entre las siete y media y las ocho ya estoy allí. Claro que las mañanas de junio y julio va uno muy animado, y el encuentro con ese aire único de Madrid, embalsamado por las flores de las acacias, soñoliento y vacío, no tiene rival. Esos días en que las mañanas primaverales son en realidad mañanitas…”.
“A los tres o cuatro años de empezar a ir al Rastro, comenzó a rondarme la idea de escribir algo sobre lo que veía en él. Me daba pena que las historias que me contaban, las conversaciones que pescaba por casualidad, los objetos que veía durante unos instantes, a menudo prodigiosos, se quedaran, antes de desaparecer para siempre, sin un retratista, sin su fotógrafo ambulante. Y entonces empecé a tomar notas. Con la misma asiduidad que mis asistencias al Rastro. Las guardo en unas carpetas viejas y aculatadas; muchas de esas anotaciones y papelitos los he aprovechado ahora. Otras, en forma de historias o aforismos, fueron apareciendo en los tomos del Salón de pasos perdidos. Como saben los lectores de esa novela en marcha, el del Rastro es uno de sus temas habituales. Y no sólo por razones literarias. La primera página de El gato encerrado, el primero de los veintiún tomos que se han publicado hasta ahora, es una escena del Rastro de hace treinta años…”.
“El Rastro es, la mayor parte de las semanas, mi única salida al mundo, como Trieste fue para Austria la única salida al mar…”.
“El Rastro está lleno de esta clase de mercancías insignificantes y de quienes las pregonan y venden, aunque ya no se les llame buhoneros, sino rastristas, almonedistas, chamarileros, prenderos, chatarreros, traperos, barateros, aljabibes, zarracatines, regatones, ganguistas, poquiteros…”.
Lo de historia, teoría y práctica Andrés Trapiello lo lleva hasta sus últimas consecuencias y duda uno de que después de su incursión por el Rastro en esas cuatro partes exhaustivas en que divide el libro: Breve historia del Rastro, Meditaciones y conjeturas para una teoría del Rastro, Intermedio sentimental o práctica del Rastro e Iluminaciones del Rastro, alguien pueda decir algo más sobre el tema.
Como tantas veces, la mano de tipógrafo del autor se deja notar en la cuidada edición que en noviembre iba por la tercera.
Andrés Trapiello. El Rastro. Historia, teoría y práctica. Ed. Destino, 2018. 374 páginas. 24,90€