Josep Pla admiraba a Pío Baroja. Siempre defendió el estilo directo, sencillo y antibarroco del escritor. Sin embargo, le reprochaba haber dedicado toda su vida a escribir novelas:
“Baroja es un inmenso escritor. Pero se equivoca de técnica. Como novelas, sus novelas son ridículas. No conoce los trucos, ni las astucias, ni la manera escandalosa de componer novelas que tienen los novelistas. Desde el punto de vista de la técnica de la novela –como en otros aspectos de la vida-, Baroja fue un niño. Sus novelas, en tanto que novelas, no tienen el más pequeño interés, no tienen la más pequeña composición, no tienen la exposición, el nudo y el desenlace que tienen que tener las novelas para apasionar a la gente. Baroja fue un tipo que iba por el mundo dotado de una aguda capacidad de observación y escribió lo que se le iba presentando: paisajes, personas, personas sobre el paisaje, ambientes. Lo que tiene que tener una novela para imantar al lector estuvo a mil leguas de su concepción del mundo. ¿Y como iba a estar más cerca, si en el mejor de los casos Baroja reaccionó siempre como un hombre ingenuo?”.
Creía Plaque, como él, Baroja era un memorialista, que no había explotado sus recursos y sus posibilidades:
“Baroja, enorme escritor antibarroco, habría podido ser el más grande memorialista de la literatura castellana de todos los tiempos. Cuando sus obras se reducen a lo que son en realidad, a una sucesión de paisajes, de figuras y de ambientes, tienen una calidad sensacional, única, insuperable, magnífica. Pero cuesta –y eso produce cansancio- eliminar de estos libros lo que tienen de tripa inútil, de intriga ficticia, de truco añadido de peluquería novelística. Lo que el escritor pone directamente de su sorpresa delante del mundo es de primera calidad. Cuando sobre todo, quiere montar, con penas y trabajos, una intriga aparentemente vendible –que nunca fue vendible- el esfuerzo se cae y aparece la pura inutilidad. Y eso lo perjudica. Sin esas adiposidades de la escenografía literaria, Baroja habría podido llegar a ser el testimonio presencial más grande de la vida de su tiempo en la Península Ibérica. Baroja podría haber sido el Saint-Simon del mundo ibérico del siglo XX si en lugar de escribir novelas de corte infantil hubiese escrito unas inacabables –o concentradas- memorias de su vida. Se equivocó de técnica. Sus libros mejores en cualquier caso son los memorialísticos".
Josep Pla escribía esto en 1972 (O.C. Volumen 33. Pag. 626 y ss, Pío Baroja: algunos recuerdos. El passat imperfect.) aunque tiene uno la impresión de que no había leído, por lo menos al completo, ni estas memorias ni muchas de las obras que en sus últimos años publicó.
Don Pío Baroja comenzó a publicar estas memorias en 1942 en la revista Semana y siguió en el año siguiente, hasta que fueron publicadas en Biblioteca Nueva en 1944 y luego después en la misma editorial en 1949 con la edición de sus 'Obras Completas'.
En este primer tomo de la última edición de las 'Obras Completas', llevada a cabo por José Carlos Mainer para Círculo de Lectores, se recogen en tres partes que llevan como títulos, 'El escritor, según él y según los críticos', 'Familia, infancia y juventud' y 'Final del siglo XIX y principios del XX'.
La primera parte es sin duda la que menos interés tiene. Don Pío Baroja, que decía no tener en cuenta las críticas, dedica páginas y más páginas a rebatir los argumentos de los que habían escrito sobre sus obras. Es el Baroja atrabiliario y contradictorio que dice haber quemado montones de papeles de crítica sobre sus novelas pero que se preocupa por reivindicarse ante el lector de estas memorias. Luego, cuando nos cuenta su vida, recuerda personajes reales que pasarán a sus novelas y simplemente se pasea por los avatares de su tiempo aparece el verdadero Baroja, ingenuo, encantador, auténtico y contradictorio que engancha al lector sin necesidad de ese argumento ausente que Pla y muchos otros le recriminan en sus novelas.
En fin, como dice José Carlos Mainer en el prólogo general a estas 'Obras completas': el largo peregrinar en torno al yo más obstinado, independiente y arbitrario que han dado las letras españolas.
Que nadie dude en ponerse con las obras completas de Baroja de las que este primer volumen forma parte.
Pío Baroja. Desde la última vuelta del camino. Memorias I. Edición de José Carlos Mainer. Círculo de Lectores, 1997. 942 páginas.