La izquierda arrepentida y del rencor: Todo llegará a Castilla-La Mancha
En este comienzo de verano se han sucedido las conmemoraciones y con ellas se ha podido constatar el profundo cambio que se ha producido en un sector más que significativo de la izquierda española. Si con los actos institucionales que recordaban los cuarenta años de democracia ya se apuntaba el carácter de “izquierda arrepentida” (término acuñado por Ignacio Camacho), con los del verano del 97, marcado por la liberación de Ortega Lara y el asesinato en represalia por parte de la organización terrorista ETA de Miguel Ángel Blanco, todos los peores síntomas de una grave enfermedad se han confirmado.
Hasta el observador mas despistado se ha dado cuenta de que uno de los ejes sobre los que gira toda la estrategia y el discurso de Podemos es la impugnación de la Transición, bajo el argumento de pacto de élites, continuidad franquista, imposición de los poderes fácticos… y en definitiva, negación de la existencia de una verdadera democracia. A esa primera negación de legitimidad democrática del sistema del setenta y ocho, se añadiría, el secuestro por políticos corruptos de unas instituciones ya averiadas en su origen, y cuya mayor expresión sería el Partido Popular y Mariano Rajoy.
Pero si grave era la enmienda a la totalidad del sistema de convivencia que ha funcionado durante cuarenta años, más grave aún son las consecuencias que hasta el más ciego ha podido ver tras lo sucedido, comenzando por Madrid y su alcaldesa, en los homenajes a Miguel Ángel Blanco y todas las víctimas del terrorismo. Y es que, a la vergüenza de asistir a la vuelta a los discursos de la equidistancia en los que se equipara a víctimas y verdugos, se añade la constatación de que un significativo sector del PSOE está dispuesto a secundarlo en un asunto tan grave y que afectó a todos; eso sí, con la Guardia Civil, la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas pagando un precio muy superior a cualquiera de los otros sectores sociales o políticos de España.
En estos días de “memoria histórica”, se ha podido comprobar de una manera rotunda, algo que ha estado claro desde el momento que se aprobó la ley con la que se rompía el primer gran consenso que hizo posible las primeras elecciones hace ahora cuarenta años. La misma izquierda que exige echar la mirada ochenta años atrás, se niega en rotundo a hacerlo cuando los hechos se remontan a veinte o cuarenta y piensa que puede favorecer al que ahora señala, no como adversario, sino como enemigo. El sectarismo con que nació la Ley de Memoria Histórica, tiene su mejor confirmación en estos días y siempre que se aplica para todos sin distinción.
El único consuelo que a uno le queda es que afortunadamente en nuestra región no hay ninguna Carmena, ningún Kichi, ni ningún ayuntamiento como el de Sestao. Me temo que según pinta la orilla, u na vergüenza así también nos tocará más pronto que tarde.