Lope podemizado en Almagro
Uno tiene dicho muchas veces que los clásicos están ahí para meterles mano. Casi siempre se dejan si la cosa se hace con la suficiente sutileza para que cuando la mano suba de la rodilla hacia arriba alguien no acabe diciendo ¡ay!, que no hay, ni ahí. Y si hay una obra de un clásico español, a la que en el último siglo se le ha metido mano de todas las maneras posibles, esa ha sido Fuente Ovejuna de don Lope Félix de Vega Carpio. El motivo es sencillo, porque la obra de Lope, inspirada en sucesos reales acaecidos en el final del siglo XV, supone la aparición de un personaje colectivo que se rebela contra la opresión de un tirano, y expresa poética y emocionalmente el ideal de la justicia encarnado en él. Un caramelo bañado en chocolate para los adaptadores amantes de esas recetas fáciles, que hasta la aparición de Podemos se denominaban demagógicas y que ahora llamamos populismo. Demasiadas veces hemos visto “fuenteovejunas” arrasadas por el impulso fácil de llevarlas a un terreno en el que se olvida que conceptos como los de dignidad, humanidad y justicia están por encima de la mayoría de las ideologías que pretenden su uso en forma exclusiva y sectaria.
Afortunadamente, aunque en la versión de Alberto Conejero, con dirección de Javier Hernández-Simón que estos días representa en Almagro la Joven Compañía de Teatro Clásico, existe una clara intención de podemización, la propia fuerza de Lope y los indudables aciertos en el montaje y el movimiento de actores le hace a uno olvidar la píldora que le pretenden administrar. El talento de los componentes de la Joven Compañía, la calidad en el planteamiento general de unas coreografías enmarcadas en unas talanqueras que sirven para hacer que el espectador se traslade sin esfuerzo a los diversos espacios en los que se desarrolla la obra, se imponen sobre cualquier otra intención. Uno cree que el espectador de teatro medio que acude a Almagro es capaz de discriminar y poner cada cosa en su sitio, como de hecho se comprobaba oyendo algunos comentarios de los asistentes a la salida. El que más y el que menos, el sábado en el interior un poco agobiante de la Antigua Universidad Renacentista de Almagro, conocía a Lope y conocía Fuente Ovejuna y sabía que lo de la justicia, la dignidad y la solidaridad, más o menos divina o real, estaba inventada antes del 15-M y Podemos.
Y es que cuando me puse a leer el programa de mano que firmaba el citado Javier Hernández-Simón me temí lo peor ante una soflama que por mucho que citara a Camus y a Orwell tenía el inconfundible aroma de la acampada en la Puerta del Sol.
Uno, cuando va a ver una obra de Lope o de Calderón, da por descontado que la aparición de la “Monarquía” o del “Rey” como encarnación del ideal de Justicia sólo puede entenderse desde la concepción del mundo existente en el siglo XVII. Es un error el intento de ridiculización en que tantos montajes caen una y otra vez. La mejor manera de poner las cosas en su sitio, ante un espectador al que se considera mínimamente inteligente, es no moverlas de donde están. Cualquier espectador de teatro sabe que los finales de Calderón o de Lope, con un rey que de forma tan artificial y mágica pone las cosas en su sitio, es la mayor e inteligente crítica que hoy se puede hacer hacia aquella, por otra parte lejana, institución. Sobran sarcasmos y morcillas mitineras con muertos que reviven para llamarnos a nuestra redención.
Sin esos “peros”, sólo achacables al afán de nuestros dos progres de jornada en pro de nuestra catequización, yo les pondría un nueve y medio, y no el ocho y cuarto que le pongo.