Los Gilitos podemizados y contentos
Ya contó uno que, en el Festival de Teatro Clásico de Almagro este año, la Joven Compañía de Teatro Clásico hizo lo que tocaba a rebufo de la ola populista que nos invade y podemizó al monstruo Lope de Vega y su Fuenteovejuna. Uno les perdonó el mitin final del muerto que resucitaba para lanzar la soflama del compromiso y el 15-M, por la calidad innegable de una producción y de unos intérpretes que no tienen la culpa de haber nacido en los tiempos de demagogia que nos invaden. Al fin y al cabo, no hacían otra cosa que seguir la misma bola que el PSOE de Sánchez, empeñado cada día en su podemización hacia el liderazgo perdido de la izquierda. La ola sigue imparable y el pagepodemos nuestro de cada día en CLM comienza a mostrar unos síntomas más que preocupantes.
A uno, cuando desde el PP regional Ana Guarinos y Francisco Cañizares hablaron de gobierno venezolano, le pareció que los dos portavoces se pasaban de frenada; una de esas consignas de brocha gorda a las que tan acostumbrados estamos en CLM que se maneje desde un lado y otro. Brochazos en blanco y negro sin espacio ni tiempo para ninguna otra gama de color. Uno, puesto a elegir, es más partidario de la ironía. Cuestión de estilo. Entre un sermón de púlpito y misa mayor y un monólogo de Albert Boadella, me quedo con el segundo.
Y, sin embargo, y a pesar del zafarrinchón con el que desde el PP se pinta el cuadro del contubernio pagepodemos, da la impresión que alguien desde la sala de calderas de Gilitos se ha propuesto dar toda la razón al estilo de oposición de Cañizares y Guarinos, porque el espectáculo de un parlamento negando a sí mismo su principal función sólo es comparable a ejemplos como el de la Venezuela de Chaves, Maduro y su “Asamblea Constituyente”. Fue todo uno, Paco Cañizares y Ana Guarinos tiraron de hipérbole, no precisamente gongorina con Venezuela, a uno le pareció la comparación una desmesura, pero al minuto siguiente el espíritu aquel del “libertad para qué” se aparecía en carne mortal gracias a la torpeza y las prisas con que en el convento de San Gil los nuevos asociados interpretaban aquello de parlamentarismo.
En un sistema democrático sin adjetivos tan importantes son las formas y los procedimientos como el fondo con que se sustentan. Negarse a discutir las enmiendas a unos presupuestos tirando del repertorio argumental más añejo del viejo Romanones y su “Taberna del Cojo” no es precisamente un ejercicio de esa democracia “deliberativa” y asamblearia con la que los unos y los otros venían a redimirnos. San Gil podemizado y contento.