El “procés” consigue lo impensable en muchos pueblos de Castilla-La Mancha
Hasta que el “procés” irrumpió en nuestras vidas se tenía como una verdad inmutable que a lo largo de la vida uno puede cambiar de religión, de partido político, de mujer, incluso de hijos… pero nunca cambiaría de equipo de fútbol. Bueno, pues esa verdad ha dejado de serlo. Puigdemont y compañía han conseguido lo que parecía imposible. No es ni mucho menos raro encontrarse con reconocidos culés que manifiestan, tras meses de dudas y de defender lo indefendible respecto al instrumento al servicio del independentismo en que han convertido al Barça, que lo dejan, que se apuntan al Atleti, porque sería muy fuerte hacerse del Madrí. El último que confiesa su rendición es Johny, el maitre del restaurante en el que como casi todos los días, al que conmino a ratificar su apostasía futbolera y prometo sacar en esta columna, para dejar por escrito algo que en la vida de uno suena a rebautizo o a cambio de apellidos en el Registro Civil.
No es el único. Ahí está Carlos Catalino, mi otro barman de cabecera, aburrido, cautivo y desarmado por su abrumadora clientela constitucional futbolera que confiesa haber vuelto a sus orígenes bilbaínos de cuando la Peña del Atlethic era en Talavera, con Diego Mateo Zarra como insignia, la mayor cantera que vieran los tiempos pasados, presentes y por venir… Sólo tiene un miedo que comparte con mi amigo Carlitos Mayoral, y que no es otro que el PNV vuelva por donde solía a esperar alguna cosecha de nueces perdida. De aquellos tiempos negros sólo aguantaron el color rojiblanco y negro irreductibles como él y no sin desgarros.
Y es que en cualquier negocio cara al público, pero sobre todo en el ramo de la hostelería, donde además del tiempo la conversación más recurrente gira siempre al ritmo de la pelota sobre el césped, tiene que ser muy duro soportar un “procés” como el vivido en cualquier pueblo de Castilla, por mucho humor y mucha cuerda del carrete que uno esté dispuesto a gastar con la clientela. Se han rendido con armas y bagajes, que en este caso son cañas, vinos y cubatas y uno se alegra, porque mis dos amigos demuestran una inteligencia emocional muy difícil de gestionar y de acomodar a las exigencias del negocio.
Hacía tiempo que uno no oía hablar de política en términos tan fuertes y con la unanimidad con que lo he oído hacer en los bares del pueblo donde vivo, después de haber vivido casi cincuenta años en una ciudad. La presión social de la que se hablaba en contra de los no nacionalistas en el País Vasco y Cataluña se ha trasladado a la inversa, gracias al dichoso “procés” en nuestros pueblos, sobre unos “culés” que o han pasado a la clandestinidad o simplemente se han hecho del Atleti. Cerezo y el Cholo no saben cómo agradecérselo a Puigdemont. Eusebio Cedena y Javier Ruiz se lo están pensando.