Llorente y García Molina: dos Podemos
Desde el mismo momento de su irrupción en la vida política española ya se vio que Podemos no era un partido con una sola línea clara y definida. Eso sí, el pegamento que les unía a todos era una clara aversión por el sistema constitucional del setenta y ocho y por los “viejos” y “corruptos” partidos que lo sostenían. La práctica política ha confirmado en estos pocos años que los bandazos, las contradicciones y el oportunismo forman parte de su genética. La última gran demostración de los principios “grouchianos marxistas” que les sustentan ha sido la alineación con el separatismo catalán en la mejor tradición de la izquierda revolucionaria, que busca en cualquier conflicto, sea de la naturaleza que sea, una oportunidad para reventar el sistema que odia. Moderados, anticapitalistas, pablistas... todos coinciden en la necesidad de acabar con la democracia y en levantar el nuevo modelo que parecen encontrar en la Venezuela de Chávez y Maduro. El problema es alcanzar el poder y para ello vale todo, desde las alianzas con los que al día siguiente serán enemigos a liquidar, al empleo de métodos de inspiración fascista como los escraches o la calumnia y la falsedad en las redes sociales.
Nada más aparecer en la vida política española su líder, ese Lenin disfrazado de posmodernidad del siglo XXI, lo dejó claro: primero absorber a Izquierda Unida y a continuación presentar una OPA hostil al PSOE, mediante una oferta que no podrían rechazar. Nunca lo han ocultado, aunque a veces uno se pregunta si es que en el partido de Pedro Sánchez y Page, no se han enterado, porque el oportunismo cuando despliegan sus políticas de “unidad de la izquierda” es evidente. Claro, que en el partido referente de la izquierda, el juego con su enemigo no deja de tener su porción de lo mismo y una larga tradición a lo largo de su siglo y medio de vida. Visto el asunto desde uno y otro lado nadie engaña a nadie. Gatos y ratones, y viceversa. Dentro de un tiempo se verá quién acaba comiendo a quién.
Por lo pronto, Emiliano García Page ha conseguido, primero con el acuerdo de investidura, luego con el de presupuestos y más adelante con el de gobierno, tener al gato entretenido con la madeja de hilo y muy lejos de zamparse a su presa. Incluso ha dejado de hablar y de dar lecciones. Para eso, como aquel Guerra contrapunto de Felipe en el PSOE de la Transición tienen al diputado Llorente y su twiter contra el apoyo de Sánchez al 155 de Rajoy.