La campaña antipage de los cuñados
Podemos Castilla La Mancha ha realizado un vídeo de Navidad que tiene el mérito de haber logrado una audiencia difícil de conseguir con una convencional felicitación de Navidad. Ya se sabe que estos felicitan el solsticio de invierno por aquello del laicismo y porque la palabra Navidad les produce sarpullido. Pero a cada uno lo suyo. Son maestros en la propaganda y en darle la vuelta a la realidad como a un calcetín. Muy a su pesar, la Navidad se sigue celebrando en el noventa por ciento de las familias españolas y la única manera de luchar contra esa celebración es presentarla por algún lado en el que aparezca la farsa. Aguantar cuñados con espíritu navideño es algo tan inherente a estas fiestas como el turrón, el mazapán y la lotería del día veintidós. Por ahí, por el ataque con humor y sarcasmo a las convenciones que todos nos imponemos en estos días, hay una vía por la que, hay que reconocerlo, cuelan sin dificultad su mensaje antinavideño. Tampoco les va a pedir uno que a estas alturas te salga un García Berlanga y te regale un Plácido.
Claro, que viniendo de quien viene el regalo, también es inevitable pensar que la campaña de prevención de cuñados tiene como directo destinatario, además del público en general dispuesto en estos días a echarse unas risas con cualquiera, uno muy directo que no es otro que el “cuñado” socio de gobierno; pues, no en vano, fue Nacho Hernando quien hace unos meses calificó a José García Molina como “nuestro cuñado con el que tenemos mucha familia en común, que son los que peor lo están pasando”, para luego recomendar, con unas palabras que ahora reaparecen casi calcadas de vuelta en el vídeo de marras, espíritu evangélico y fatal resignación para soportar al pariente político sobrevenido: “Al cuñado no hay más remedio que quererlo, pero no deja de ser el cuñado”, decía el portavoz.
Y es que ya se sabe que la Navidad pide una tregua entre cuñados, porque al fin y al cabo es una noche al año y luego durante las otras trescientas sesenta y cuatro cada uno en su casa y Dios, o el druida del solsticio, en la de todos, que no es cosa de desbaratar la celebración familiar por un quítame allá un procés más o menos.
Lo que a uno le sorprende es que al avispado publicista se le haya colado entre ironías y sarcasmos una tierna reivindicación navideña, supone uno que muy a su pesar, “porque todos tenemos derecho a la Navidad”, y no la de una estancia pagada para todos los cuñados del mundo en Stonehenge para celebrar el solsticio de verano.