Centenario de don Marcelo. Reivindicación y sombras
Santiago Calvo, antiguo deán del Cabildo Catedralicio, ha recordado en una conferencia la figura del que fuera cardenal arzobispo de Toledo durante el periodo 1971-1995, don Marcelo González Martín (Villanubla, 1918-Paredes de Nava, 2004). Hay que advertir que don Santiago Calvo fue durante toda la vida episcopal de don Marcelo su secretario personal. Desde que en 1961 fuera promovido al episcopado, hasta la aceptación de su preceptiva dimisión según el derecho canónico en 1995, don Santiago acompañó a don Marcelo en todos sus destinos, que al final sólo fueron tres, pues entre Astorga y la diócesis primada, estuvo Barcelona, una archidiócesis que supuso un verdadero calvario para un don Marcelo que a pesar de todos sus esfuerzos por integrarse en la cultura catalana (aprendió y promovió el catalán en la liturgia y desarrolló una más que significativa labor social) solo consiguió la incomprensión de unos y otros. La situación se puso tan grave en 1967, tras seis años en la Archidiócesis, que como contó el fiel secretario y hoy custodio de su archivo personal, pidió a Pablo VI su traslado. El Papa Montini, de manera dramática, le contestaría con un “mi cruz es más pesada que la suya” que retrasaría su traslado a Toledo hasta el año 1971.
Hay que recordar que por primera vez en la historia de la archidiócesis primada un cardenal arzobispo no acababa su vida como titular de ella. Don Enrique Vicente y Tarancón había sido trasladado a Madrid desde Toledo, y desde allí en los años siguientes cumpliría la labor fundamental de conducir a la Iglesia Católica española por el campo de minas que iba a ser una transición que se adivinaba en el horizonte temporal, aunque sólo fuera por, como se decía entonces, “el hecho biológico”. Desde ese momento, con Tarancón en Madrid y don Marcelo en Toledo, aparecerán ambos cardenales, a pesar de todos los esfuerzos de personas como don Santiago Calvo por reivindicar a don Marcelo como alguien que se enfrenta al régimen (caso Añoveros, fusilamientos de 1975), como la representación de las dos alas, progresista y tradicional de la Iglesia española.
Y es que no en vano, desde su puesto de consejero de Estado, don Marcelo fue el encargado de poner cara a la oposición de la Iglesia a la Ley del Divorcio en los albores de la democracia y en 1978 publicó una pastoral sobre la Constitución en la que señalaba cinco grandes errores de fondo que de hecho la descalificaban en su totalidad.
Aunque algunos historiadores de la Transición señalen que cuando don Marcelo oficiaba el funeral del general Franco, mientras Tarancón inauguraba la nueva era de Juan Carlos I con la misa del Espíritu Santo, sólo se cumplía un protocolo estricto de Estado y nada tenían que ver las simpatías personales del uno y el otro, pocos son los que hoy lo creen. A ello tampoco ayudaron los sucesivos vetos que entre los años 1981 y 1983 puso don Marcelo a la presencia de los ministros de Justicia de la UCD y el PSOE en la procesión del Corpus. Ni siquiera Bono y sus meriendas han conseguido que a uno le salga el don Marcelo que su fiel secretario dibujó el otro día en la catedral.