Los zapatos rojos robados de Judy Garland y el tren que echa leches en Talavera
Por una vez la policía federal de los EE.UU. de Norteamérica (FBI) ha resuelto un caso de esos que llevaba camino de convertirse en un enigma histórico a la altura del asesinato de los Kennedy o de Martin Luther King. Ya se sabe que en Norteamérica los únicos que resuelven enigmas son personajes como el Texas Rangers que toma el cuerpo de Jeff Bridges en Comanchería, la película de Davis Mackenzie, o la jefa de la policía local de un pueblo perdido de Minesota con la cara de Frances Mc Dormand, en Fargo, la irónica y genial película de los Coen. El FBI ha encontrado el fetiche por el que han suspirado millones de fetichistas cinéfilos y cinéfagos de todo el mundo, aunque no hayan encontrado al culpable, al que suponen un extorsionador que sabía con qué preciada prenda sacar el hígado al coleccionista que era su dueño.
Cualquiera sabe que todo lo que toca a “El maravilloso Mago de Oz”, que es el título original del libro de Lyman Frank Baum, publicado en 1900, se convierte por arte de su propia magia en una metáfora que sirve para cualquier cosa. Bueno, eso viene ocurriendo en realidad desde que en 1939, el año en que acababa nuestra Guerra Civil y empezaba la II guerra Mundial, Victor Fleming rodaba “El mago de Oz” y sus personajes se convertían en los iconos que llenarían el imaginario de niños y mayores de todo el mundo. Desde entonces, Dorothy Gale, el hombre de hojalata, el espantapájaros..., forman parte de eso que llamamos cultura y que algunos definen como todo aquello que queda en la mente de uno después de haber olvidado casi todo lo presuntamente aprendido. Judy Garland y su periplo por el mundo de Oz y por la vida, transformada en Dorothy, la inocente muchacha de Kansas, o arrastrando los golpes de su realidad, ha servido y sigue sirviendo para explicarnos eso que los griegos nos explicaron con sus dioses, semidioses, héroes y mortales entre el Olimpo y los mares de la Hélade.
Uno con la noticia tiene sentimientos encontrados. Por una parte se alegra porque de nuevo los zapatos rojos de Doroty vuelvan a estar a disposición de sus dueños, que nunca han hurtado la posibilidad de su contemplación; por otra, siente uno que a lo mejor, como el Arca de la Alianza de Moisés, era mejor que no hubieran aparecido y que pasaran a ese mundo del que provienen y que no es otro que la fantasía que uno le quiera echar a la vida. ¡La imaginación al poder! que proclamaban los septuagenarios del sesenta y ocho en el París en el que nunca estuvieron.
Y en ese mundo de fantasía debe andar instalado mi excompañero de instituto Carlos Ángel Devia, metido en su traje de delegado del Gobierno, cuando proclama soluciones para el tren en Talavera. Si no me equivoco, es el mismo concejal de Hacienda que formó parte de aquella corporación encabezada por un tal Rivas que proclamó solemne que antes de 2010 “el AVE, echando leches pasaría por Talavera". Ya digo, los zapatos de Judy Garland. Cada uno ve lo que quiere ver. Mundo de Oz.