La virgen de Guadalupe, toledana y de derechas
Hay que ver el empeño que ponen algunos políticos a la izquierda y a la derecha para seguir chupando rueda de la Iglesia Católica sin ningún empacho de reproducir algunos de los peores vicios del nacionalcatolicismo. Antonio Muñoz Molina lo contó mejor que yo en “Todo lo que era sólido”, un libro muy recomendable para los nuevos adanes y regeneradores que han crecido como hongos del 15-M para acá por estos lares.
Muñoz Molina cuenta la decepción que para él supuso ver como los alcaldes y concejales de la izquierda elegidos en las primeras elecciones municipales en el año setenta y nueve, se apresuraron a agarrarse a la manga, los faroles y las andas de las procesiones en cuanto llegaron al poder. Era claro que los discursos del laicismo, la separación de la Iglesia y el Estado e incluso la laicidad, no eran oportunos a la hora de recoger votos porque, incluso dentro de la propia Iglesia, los que consideran un escándalo la mezcolanza de poder civil y eclesiástico son una minoría y además poco dados a procesiones y manifestaciones folclóricas. Si todos los que asisten a las procesiones de Semana Santa fueran a misa todos los domingos las parroquias tendrían que programar sesión continua como los antiguos cines. Pero en la procesión, en la ofrenda floral a la Virgen o en el besamanos del Cristo, no hay dios que falte. Las vírgenes en su advocación particular para cada pueblo mueven tanta masa como una bandera agitada en el momento oportuno. Se dice que los pescadores blasfeman de la divinidad suprema, pero te juegas el pescuezo si delante de alguno de ellos les mientas a la Virgen del Carmen, y el fenómeno no es raro que se repita en la mayoría de los pueblos españoles con la patrona.
Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura y secretario general del PSOE extremeño, es uno de esos políticos de izquierda que nunca han ocultado su querencia a jugar con las barajas del laicismo jacobino más pata negra y del populismo de sacristía más oportunista, y por eso no le extraña a uno que se haya ido a Roma encabezando una delegación extremeña en la que uno no sabe si el Arzobispo de Mérida-Badajoz forma parte de ella o es que pasaba por la Plaza de San Pedro, para pedir al Papa que Guadalupe pase a integrarse en una diócesis extremeña y deje la tutela de la imperial Toledo.
Y es que lo de imperial es el único argumento que le ha faltado a don Guillermo para justificar su intromisión en un asunto de organización interna que pertenece exclusivamente a la Iglesia Católica y sus fieles. De la misma manera que a uno le importa una higa que la provincia de Talavera de los Mormomes de la Última Aparición pertenezca a la diócesis de Arkansas, a los defensores de aquellos altos valores de laicismo, laicidad, etc… les debería importar lo mismo cómo organiza a su rebaño el Papa Francisco.
Don Guillermo con su nariz metida en la procesión vuelve a recordarnos que el populismo de izquierdas tiene en asuntos como el de Guadalupe una veta que recuerda el peor de los olores cera de velones y a nacionalismo cazurro. Yo que García-Page reivindicaba desde hoy una Virgen de Guadalupe y tan derechas como el caladero en el que pretende pescar en el próximo mayo. Bandera, virgen y Cristo y que lo fundó.