Una opinión a la contra con Talavera
No voy a manifestaciones y no firmo ni para recibir una herencia, aunque en la vida como en política nunca se puede decir nunca ni jamás; y ahí están en la historia los famosos jamases de Cánovas, de Prim y de tantos otros para llevarme a ratificarlo. La última manifestación a la que acudí fue la que siguió a los atentados del 11-M. Aquel día salí a la calle convencido por lo que me manifestaba, cuando llegué a mi casa tuve claro que me había confundido. Que aquello no era lo que yo pedía ni por lo que yo me manifestaba. Lo que ocurrió en los días siguientes me dio todas las razones para no volver a una de esas procesiones laicas.
Anteayer tampoco estuve en la de Talavera. Comprobé desde fuera, como un mirón más, el éxito de la convocatoria como viene sucediendo desde aquella primera hace ya unos cuantos años y que le hace decir a más de uno aquello de “Vamos de triunfo en triunfo, hasta la derrota final.” La cosa fue un éxito y yo pensé que era otro éxito que añadir a la frustración evidente de todos. Y es que uno se ha vuelto irremediablemente escéptico con los años. Cosas de viejuno, que dirían mis hijos y algunos de mis amigos.
Yo no comparto el discurso de la discriminación de las administraciones públicas de Talavera con respecto a Toledo ni con ninguna otra ciudad o territorio de Castilla-La Mancha. Creo que nunca desde los distintos gobiernos regionales se ha tratado a Talavera con criterios diferentes a los aplicados en otras partes de la región. La comparación con Toledo no me sirve porque es como pretender comparar a Madrid con Alcorcón. El efecto capitalidad y su patrimonio cultural y turístico la sitúan en otra división, no nos engañemos. Nunca he creído que ningún gobierno, ni socialista ni popular, haya tenido como objetivo hacer daño a Talavera o ponerla en el furgón de cola. Tampoco que Bono, Barreda o Cospedal hayan tenido en los políticos talaveranos los necesarios colaboradores, vía pesebre, para discriminar a Talavera…
Talavera ha tenido inversiones, más o menos acertadas de unos y otros; unos y otros han tratado de atraer empresas, y unos y otros han buscado con buena fe el progreso de la ciudad. Puede haber diferencias en las inversiones y desequilibrios territoriales, pero nunca de la magnitud que mayoritariamente hoy se acepta. Ya digo que en esto estoy con una “inmensa minoría” porque soy de los que piensan que en las sociedades democráticas europeas cada uno tiene lo que se merece y hay que preguntarse más lo que tú haces por esa sociedad que lo que esa sociedad te debe. En Talavera no hay malos ni culpables de fuera. Lo somos todos y todos somos responsables de su decadencia. Mientras la mayoría piense que los culpables son los otros la cosa no tiene remedio. Optimista sin esperanza.