Las confluencias y la risa indisimulada de Page
Como la mayor parte de las pretendidas verdades que nos traían desde aquel movimiento preventivo ante la inminente e inevitable llegada del PP al poder que se llamó 15-M, lo de las “confluencias de izquierdas” contiene todo el sabor auténtico de la demagogia de siempre. Cada grupúsculo de izquierdas posee la verdad y por eso tiene derecho a ser el guardián de las esencias. De ahí que en cuanto nace un nuevo movimiento de izquierdas la aparición por generación espontánea de las consabidas fracciones esté servida. Eso sí, no habrá ninguno de esos detentadores de la verdad que no proclamen a continuación su vocación de unidad. Si se separan del movimiento general es simplemente para luego poder unirse con más fuerza con todos los demás.
Un ejemplo de libro nos lo han dado en Talavera, donde, si uno no lleva mal la cuenta, la izquierda a la izquierda del PSOE se divide en cuatro grupos que no aspiran a otra cosa que a su confluencia; una vez, eso sí, que han conseguido la divergencia entre ellos merced a ese principio fundamental de la izquierda que es el derecho de autodeterminación universal. Izquierda Unida, Ganemos Talavera, Podemos y X Talavera, decidieron poner la borrica en la linde del posible confluente, para luego culminar la confluencia. El carajal está asegurado con tres bolcheviques sentados a una mesa. Eso sí, cada uno de ellos fundará su propio movimiento en aras de la unidad a la que indefectiblemente se unirán todos los demás. Si no fuera tan chistosa la cosa mercería aparecer en una antología del disparate, como una de esas paradojas tan queridas de Borges como las escaleras que no van a ninguna parte, los laberintos sin entrada ni salida o los jardines con senderos que se bifurcan.
A la vista del panorama, no le extraña a uno que el otro día en una entrevista con Carlos Herrera no pudiera Emiliano García-Page disimular la coña con que, después de tener en su gobierno a esa “izquierda y todas sus confluencias”, se los toma. Como tantos dentro del PSOE en un momento determinado, con la irrupción de los que nos venían a regenerar, sintió que traían algo diferente: lo de la transversalidad, lo de declararse enemigos de la casta, lo de situarse por encima de derechas e izquierdas, lo de la participación cibernética y el movimiento asambleario… Luego, nada, lo de siempre, la vieja izquierda procedente del viejo Partido Comunista a la que calificaban de “cenizos” a eliminar y que en cuanto toca poder se mira en el espejo y se pregunta si no es más guapo y más listo que el presidente. Emiliano ya sabe que alguno de ellos dejará pequeño a ejemplos anteriores y simplemente se ríe.