Molina III se va a su entierro en una Harley. Obituario político
En España está muy mal visto hablar de los muertos. Pero este difunto es un muerto político que se va en moto a su propio entierro y tapándose la boca para no reírse, y con esa despedida tiene uno bula para hablar mal de él. Además, como el finado pertenece a una organización que ha hecho del leninismo 2.0 su mejor bandera, está uno autorizado para hacerle la autocrítica, como aquella que le hicieron en el castillo de Praga a Jorge Semprún, al alimón, Santiago Carrillo, Pasionaria y los doce enanitos, o los que fueran, que diría Manolo Vázquez Montalbán.
Es lo que ha hecho el camarada David Llorente, a quien le ha faltado tiempo para publicar un artículo en este papel digital que se resume en el título: “Humo y tierra quemada. El molinismo hunde Podemos en CLM”. Ya digo: “-Compañero, te vamos a hacer la autocrítica”. De lo cual uno saca algo positivo, y es que el “anticapi” Llorente ha resucitado uno de esos términos, el molinismo, que solo se leen en los libro de filosofía y entre los aficionados a la cosa de la espiritualidad heterodoxa española, y algo habrá que agradecerle también.
González Ruano decía que le salían muy bien los muertos y uno intenta que este muerto civil le quede aseado, que no es cosa de coleccionar enemigos y mucho menos si están traspuestos en el más allá. Uno bautizó a José García Molina como el tercero en la dinastía de los Molina y ya se llevó una bulla cuando el hombre se quejó a mi señorito de que la cosa empezaba a no hacerle gracia. En fin, hay algún amigo que decía que las pompas fúnebres reales debían estar encabezadas por uno como maestro de ceremonias y uno hace lo que puede, aunque sea difícil mejorar el autorretrato que ha dedicado a sus fans montado en una moto, con una llanura por delante que el camarada Llorente califica de páramo, y una pose que le recuerda a uno la de Don Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares, caballero en un percherón disecado de los que usaba Don Diego de Silva Velázquez para retratar futuros muertos. Allí don Gaspar miraba sobre el hombro a quien se asoma al retrato y aquí, aunque le falta el “caballito” que pide la Harley, añade un inicio de pedorreta que vale una Vicepresidencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha,
Total, que el tercero de los Molina se despide del personal tan chulo como el primer día, pero añadiendo una moto y una llanura de fondo, que para algo el tío siempre ha sido muy cinéfilo, muy leído, muy “escribido” y un pedante insufrible. RIP. Amén. Ábrase el panteón real.