Fotografías de la desesperanza en Talavera
Son las dos fotografías que han ganado la decimocuarta edición del Maratón Fotográfico “Ciudad de la Cerámica”, convocado anualmente por la Asociación Taboracrom, y lo dicen todo sobre el estado de ánimo de una ciudad. La realidad imita al arte, dicen algunos , y la fotografía es el arte de la realidad. Aquí no hay lugar para la paradoja. Imposible para un buen fotógrafo no dejarse impregnar del ambiente y en Talavera, desde hace años, lo que rezuma su paisaje urbano es melancolía, añoranza y depresión. Por mucho que el certamen fotográfico se llame “Ciudad de la Cerámica” y pretenda vender imágenes positivas, la mirada de estos fotógrafos, como la de la mayoría de los habitantes de la ciudad, se ha vuelto hacia el pasado: un niño con una bolsa de en “ca las Marys” que mira hacia el antiguo edificio -ahora en venta o alquiler- de la tienda que fue el emblema del comercio de Talavera, y un paisaje urbano en blanco y negro dominado por la antigua chimenea de Industrias Lácteas de Talavera (ILTA), entre la arqueología industrial y la descripción de cualquier periferia urbana degradada.
Alguien dirá, los positivistas, los que ven la botella medio llena y sobre todo los que están en el poder, que vendiendo esa imagen no vamos a ninguna parte. Ese era uno de los discursos preferidos durante los doce años de alcaldía de José Francisco Rivas: “Así no vamos a ninguna parte. Hay que vender Talavera en positivo”. Y así lo repiten los que han venido después. Otros piensan que las enfermedades y los males solo se curan con un buen diagnóstico y lo primero para ello es no ocultar la realidad. Aquí, el arte como denuncia y crítica social tendría todo su sentido, como aquella “poesía necesaria como el pan de cada día” de Gabriel Celaya... y en esas seguimos.
Porque lo significativo de estas dos obras premiadas, a las que uno no quita ni un gramo de su valor artístico, es que la sociedad de Talavera, años después, desgraciadamente, sigue instalada en ese estadio de melancolía, añoranza, depresión y desesperanza que tan bien reflejan Marino Fernández Díaz y Óscar González Moreno. Los dos artistas podrían haber mirado hacia otro lado, haber fotografiado los paneles cerámicos que desde hace unos años se han colocado gracias a la iniciativa de mucha gente, o haber captado un amanecer con algún edificio monumental de fondo… Han elegido dos imágenes muy significativas, muy reales y que representan el sentir de la mayoría. El jurado no ha hecho otra cosa que estar con ella. Nada que oponer y, como decía José María Carrascal y repite mi amigo Juliete: “Así es la vida y así se lo hemos contado.” Eso es lo grave. Talavera sigue donde estaba. Ni un paso adelante. Entiendo a los artistas. No han querido mentir y ese es su mérito, aunque a uno le duela.