La Virgen de Guadalupe era la Patrona de la Hispanidad. Ahora no sabe uno, porque lo de la Hispanidad, desde el noventa y dos y el encuentro de los dos mundos, como todo lo que se salga del discurso impuesto por la progresía, es políticamente incorrecto. El patronazgo sobre Extremadura nadie lo niega y, desde que la cosa de las autonomías del setenta y ocho, la pertenencia de Guadalupe y su puebla, junto a Castilblanco y otros pueblos extremeños a la archidiócesis de Toledo, no han dejado de traer cola entre políticos y eclesiásticos. Los unos, pidiendo a la Iglesia Católica acomodarse a las fronteras; los otros, con su derecho a organizar la vida de la Iglesia como les plazca.
Ahora, el nuevo arzobispo que llega a Toledo con el año nuevo ha dejado caer que lo de Guadalupe integrada en una diócesis extremeña está hecho y solo falta que desde Roma se otorgue el placet. Aquí, que uno sepa, nadie ha reaccionado. Otra cosa sería que anduviera por medio alguna de esas autonomías que se proclaman naciones, y ahí está para demostrarlo el pleito que arrastran en los tribunales civiles las diócesis de Lérida y Huesca, con los bienes patrimoniales del monasterio de Sijena por medio. Aquí no pasará nada. Guadalupe será extremeña y a nadie se le ocurrirá trasladar los zurbaranes del monasterio a la catedral de Toledo.
Lo de pelearse por las vírgenes entre vecinos linderos, aunque es un clásico de las leyendas fundacionales de los patronazgos de muchos de nuestros pueblos, pasó a la historia, gracias a Dios. Mis convecinos de Navamorcuende llevan a gala haber robado la Virgen de Guadyerbas que disputaban a los de Sotillo las Palomas con un ardit de aquellos que recuerdan a los ingenios de Odiseo en su vuelta a Ítaca. Los de Sotillo se llevaron la llave pero los de Navamorcuende les levantaron a la virgen de la ermita fronteriza, abriendo la puerta con una “lavija” labrada con un palo de encina. Vamos, que fabricaron una ganzua, “clave” o “clavija” y la cantacina entre vecinos, por una vez, se evitó. Los sotillanos se quedaron sin virgen y los de Navamorcuende con el mote de “lavijeros”, que llevan con orgullo.
Que con en esto de mover vírgenes de sitio, mentar a la madre o agitar la bandera equivocada había que andar con pies de plomo, como ahora salirse del carril políticamente incorrecto. Y, en esto, Don Francisco Cerro ha tenido suerte. No estamos en Cataluña, ni en el País Vasco, ni siquiera en el León, que unos pájaros de la PSOE, que no se comen una rosca desde que se inventó Castilla y León, quieren independizar para estar a la altura del camarada Iceta. Guadalupe de Coria-Cáceres y aquí paz y don Francisco Cerro.