El Instituto Geográfico Nacional anda desde hace meses revisando las líneas de los límites jurisdiccionales de cuarenta y ocho municipios de Castilla-La Mancha, además de ocho líneas de las “fronteras” regionales con Aragón y Murcia. La culpa la tienen unas actas levantadas en los dos siglos pasados. A los territorios afectados se les asignan coordenadas. Muchos de los viejos hitos y mojones que señalaban los límites municipales han desaparecido. En realidad, con las nuevas tecnologías por satélite como el GPS son innecesarios, aunque como pasa como con el papel impreso y el mundo virtual del ordenador, la gente nos resistamos a prescindir de ellos. Si no quieres ver fronteras no las ves, aunque como nunca estén cada día más presentes. Paradojas del mundo actual.
Ninguna institución por muy universal que se defina quiere prescindir de ellas, y ahí está la Iglesia Católica para demostrarlo palpablemente en el caso de España y su reorganización territorial a partir de la Transición. Aggiornamiento lo venían llamando desde que adaptó su estructura al signo de los tiempos que era la provincialización. Y en esa dinámica lo lógico es que ocurriera lo de Guadalupe. Don Francisco Cerro, el nuevo arzobispo toledano, no ha hecho otra cosa que elevar a la categoría de normal lo que en la calle es normal, que diría Adolfo Suárez.
Nadie se puede extrañar, por tanto, de que la integración de Guadalupe y los treinta pueblos de Cáceres que históricamente han pertenecido durante siglos a la Archidiócesis de Toledo en una diócesis extremeña sea irreversible. De nada sirve que las academias toledanas convoquen a la historia y a los siglos. La Iglesia Católica decidió hace unas cuantas décadas que se adaptaría al Estado de las Autonomías y desde entonces movió los hitos y mojones históricos de parroquias, arciprestazgos, obispados y arzobispados. Su mapa es el provincial de Javier de Burgos pasado por el café para todos de Suárez. ¿Se imagina hoy alguien en España una diócesis catalana o vasca en la que quedara un reducto interior dependiente del obispo de Zaragoza o de La Rioja?
Nadie ha sabido explicar coherentemente por qué Guadalupe y esa treintena de pueblos fueron una de esas excepciones que ahora, con todo el derecho del mundo, la Iglesia Católica pretende modificar.
La Iglesia Católica ha sacado los topógrafos de su particular Instituto Geográfico, ha tirado los mojones de sus jurisdicciones y ha reprogramado un GPS que hace tiempo debía haber sido reseteado. Don Francisco Cerro, al aparato, conduce la operación.