Aulas sin maestros ni alumnos
Está meridianamente claro que el comienzo de curso en toda España va a ser problemático. En CLM no va a ser menos por mucho que las autoridades educativas se vuelquen con docentes y recursos que tampoco pueden ser infinitos. Se ve como inevitable que en cuanto el curso se ponga en marcha la aparición de brotes de Covid-19 en escuelas institutos y universidades será lo normal. Ante ello, está claro que las medidas a tomar solo pueden ser radicales: aislamientos de personas, grupos, aulas, y llegado el caso centros enteros. Todo el mundo coincide en que el curso debe comenzar presencialmente y tomando todas las medidas de seguridad e higiene aconsejadas; también en las medidas a tomar, aunque sea inevitable también que en septiembre habrá conflictos y tensiones.
La Facultad de Educación de Cuenca de la Universidad de Castilla-La Mancha ha dejado claro una de las enseñanzas positivas que la situación excepcional de confinamiento nos ha traído: no es posible sustituir todo lo que implica la docencia presencial por otra no presencial. Por mucho que se incorporen recursos a las actividades formativas, la relación maestro-alumno presencial sigue siendo el elemento fundamental del aprendizaje, así como la interacción entre compañeros y todo lo que ello supone.
En el aula, presencialmente y no a través de una pantalla -dicen los decanos firmantes del manifiesto- las creencias, sentimientos y afectos son más fáciles de expresar. No se puede permitir la sustitución de la relación directa en el aula por una enseñanza en la que los más importantes, hábitos, actitudes y valores muchas veces sólo se dan en la relación presencial.
Y es que la situación de excepcionalidad vivida y el indudable éxito que ha supuesto la adaptación de muchos sectores de la sociedad al teletrabajo, así como el mantenimiento de miles de alumnos y maestros unidos por el ordenador, no pueden engañarnos en la ilusión de que se puede sustituir una enseñanza presencial por otra no presencial. En la educación, como en el teatro, si no hay alguien encima del escenario y un espectador para verlo, no hay vida.
Está claro que en el mundo de la comunicación en que vivimos es más fácil cada día ser autodidacta, pero también que la sustitución de un aula por una pantalla, de unos compañeros de clase por un videochat, de un maestro por un plasma, tendría unas consecuencias indeseables en muchas personas y en la propia sociedad.
Los expertos en Educación nos han avisado desde Cuenca: no hay pantalla que pueda sustituir a un buen maestro y a unos compañeros de aula. Que nadie se equivoque.