Un geoparque es una marca de calidad, concedida por la UNESCO, que reconoce los valores geológicos excepcionales de un territorio habitado y busca el desarrollo local sostenible a través de la conservación y promoción de su patrimonio. En definitiva, cuando desde las diversas instituciones de Ciudad Real, Puertollano y los cuarenta municipios que conforman el Campo de Calatrava se promueve la declaración como geoparque, de lo que se habla es de un territorio que conserva un patrimonio geológico de valor reconocido y accesible, donde se promueva el geoturismo y donde se construya un modelo de cooperación y valoración social en el que la conservación y la promoción del patrimonio y de la investigación científica siempre tengan un lugar preeminente.
En el mundo hay actualmente 161 Geoparques Mundiales de la UNESCO reconocidos y situados en 44 países. España, con una red de quince geoparques, es el segundo país tras China, con más geoparques reconocidos. Los últimos en incorporarse han sido los de El Maestrazgo, esa comarca entre Teruel, Castellón y Tarragona y Granada. El único existente actualmente en Castilla-La Mancha es el de Molina-Alto Tajo y el de los Volcanes del Campo de Calatrava podría ser el segundo, desde luego, razones para ello hay más que suficientes.
En España solo hay tres áreas en el territorio peninsular en las que el fenómeno del vulcanismo pueda ser apreciado por cualquier observador medianamente atento: zona de Olot en Gerona, Desierto de Almería y Campo de Calatrava. Las islas Canarias son la otra gran zona española con representación del fenómeno, como todo el mundo sabe.
El nuevo geoparque abarcaría unos 4.100 kilómetros cuadrados y unos cuarenta municipios que se verían beneficiados por un proyecto que pretende ir más allá de la pura promoción turística de unos valores naturales singulares y yo pienso que las instituciones no se equivocan ni mucho menos en buscar un valor añadido y un argumento más, para la que la gente visite la zona.
Una de las dificultades, aparentes que la promoción de estos lugares tienen, es la creencia que solo un público formado e interesado en la Geología y otras Ciencias, sentirá el tirón de viajar a estas tierras. La experiencia en los geoparques que se desarrollan en España y en todo el mundo, dice que ese acercamiento es posible sabiendo combinar el rigor científico con la capacidad didáctica y de divulgación de los gestores. Y en esto, uno ha vivido la experiencia, que recomiendo sin ningún género de dudas, de la visita al extremeño Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-La Jara, perfectamente señalizado y explicado a lo largo de cuarenta y cinco geositios y que a uno le ha pareció ejemplar y un modelo a imitar y a superar, si es que se puede.
No tengo ninguna duda que el geoparque de los Volcanes de Calatrava será un éxito de visitantes cuando en 2023 la UNESCO lo declare como tal, y lo que hoy es un proyecto ilusionante se convierta en una realidad a la altura de los geoparques ya existentes.