La gran mayoría de los analistas políticos están de acuerdo en que intentar trasladar la lectura de los resultados de Madrid al ámbito nacional no tiene ningún sentido. Pretender hacer lo mismo con cualquiera de los territorios autonómicos españoles a uno se le antoja que aún lo es más. Es cierto que en Madrid se ha confirmado que hay una tendencia hacia un nuevo panorama y que con las lecciones bien aprendidas a izquierda y derecha nada será igual en estos años que faltan hasta que Pedro Sánchez agote hasta las heces la legislatura.
Casi nadie se opone al hecho constado de que en las elecciones madrileñas los que se enfrentaron fueron Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, o en todo caso Ayuso y toda la izquierda. Los madrileños votaron nombres y no siglas, por mucho que Pablo Casado intentara sacar el máximo rédito de la victoria de una ahijada política suya. Justo lo contrario de la actitud de Sánchez que, oliéndose la tostada, obligó al bueno de Ángel Gabilondo a alejarse de la sede nacional de Ferraz y celebrar las exequias de su proyecto en un hotel cercano. Ya se sabe que la victoria tiene muchos padres y la derrota ninguno.
Pero además, si hay alguna autonomía en la que no se pueden extrapolar los resultados de las madrileñas esa es Castilla-La Mancha. Ni Núñez es Ayuso, ni Page es Sánchez.
Lo de Emiliano García-Page está claro desde el minuto uno en que se puso a gobernar, primero con la rémora de Podemos, y luego mucho más, cuando lo hizo en su segunda legislatura con una mayoría absoluta de los tiempos de Bono. En ningún momento las sombras de eso que se ha dado en llamar “sanchismo” han aparecido en el horizonte del Palacio de Fuensalida, y si hay que poner como ejemplo a un barón con discurso y programa propio, alejado de todo lo que huele al régimen y al partido que a su antojo mueve Pedro Sánchez desde Ferraz y Moncloa, ese es Emiliano García-Page. Quizás muy a su pesar, porque le gustaría tener una vida partidista sin sobresaltos y sin la obligación de tener que marcar cada día la diferencia “con las cosas de comer” con las que no se juega.
Núñezmete el dedo bien en el ojo cuando recuerda el partido al que pertenece Page, pero luego se equivoca de medio a medio cuando pretende trasladar la imagen de que aquí los que mandam son Ábalos, Sánchez, Carmen Calvo y Celáa. Las autonomías han dado para mucho y entre otras cosas para que a izquierda y derecha surjan Feijóos, Pages… versos sueltos, políticos transversales, alejados del cartabón de la ideología y que, como Ayuso, han sabido trasladar al votante y al ciudadano el mensaje de una buena gestión. El ciudadano, en unas locales o autonómicas sabe, ante todo a quién vota. Ayuso lo ha demostrado. Me temo que Núñez, por mucho que se ponga, no es Ayuso.