Blanca Fernández ha abierto el curso político con lo que parece un ultimatum al secretario general de su partido, que como el de Emiliano García-Page, es el PSOE. La cosa viene a cuento de una ley antiokupas que las Cortes de CLM pretendían impulsar para todo el territorio nacional. Me temo que ese proyecto de ley no está entre las prioridades de Pedro Sánchez, ni lo estará en los próximos dos años con los que finalizará la legislatura.
El de la okupación ha sido, desde su fundación como partido, una de las obsesiones y una de las principales banderas de Podemos. Ya se sabe que el principio fundamental de propiedad privada, en cualquier democracia que se precie de serlo, no es precisamente uno de esos conceptos demasiado apreciados por esa mezcla de populismo y comunismo que personificaba Pablo Iglesias. Todo lo que tenía o sonaba a antisistema tenía cabida en ese batiburrillo que desgraciadamente se convirtió en el socio de coalición prioritario.
Al secretario general de su propio partido, Emiliano García-Page por boca de Blanca Fernández, le ha puesto plazo para que las Cortes del Reino comiencen a tramitar la ley: diciembre. Si eso no ocurre lo intentarán por otro lado, que uno, la verdad no atisba a ver.
Alguien ha dicho que una ley antiokupas siempre será una ley conservadora y a eso no hay nada que decir, porque como cualquier ley que defiende una de esas libertades y derechos consagradas por la carta de las Naciones Unidas no puede ser otra cosa que conservadora. Se es conservador cuando se defiende la Constitución y los derechos que consagra y el derecho de propiedad es uno de ellos. Desgraciadamente, el conglomerado Frankestein que mantiene a Sánchez en La Moncloa es cualquier cosa menos conservador, a no ser el de sus propios y exclusivos privilegios. Cualquier ley que venga a tapar los agujeros que el Código Penal arrastra ante el fenómeno de la “okupación”, será rechazada de plano por la mayoría de esos aliados que mantienen como fin la demolición del sistema del setenta y ocho.
Está muy claro que el PSOE de Pedro Sánchez es muy distinto al PSOE de Emiliano García-Page y las necesidades de uno y otro para mantener el poder son diametralmente opuestas. Emiliano es consciente de que el recado enviado hacia Moncloa es un brindis al sol porque no veo yo a todos los diputados y senadores de CLM impulsando una ley en Madrid en contra de la hoja de ruta marcada por Sánchez.
Lo de Blanca y Emiliano, sin el visto bueno de Sánchez, simplemente no va a ninguna parte.