Por una vez todo el mundo de acuerdo: nadie se cree esa encuesta que convierte a la España vacía en decisiva para inclinar la balanza a izquierda y derecha. ¿Votaría usted a la España vaciada?, parece que han preguntado los encuestadores, y la gente, ¡cómo no!, se ha apresurado a declarar que el invento electoral es lo que estaba esperando desde hace muchos años para poner a cada uno en su sitio. Todo huele a experimento con gaseosa y a enredo de sociólogos en paro. Sólo ha faltado, aunque todo se andará, que el inefable Tezanos ajustara porcentajes y diputados a los debidos términos, desde el organismo oficial por excelencia en esto de la cábala electoral.
Como bien cuentan los papeles del general Manglano, no se levanta una transición, una monarquía, un Estado de las Autonomías ni un tinglado político sin que haya detrás un árabe amigo o un filántropo que ponga el dinero por amor a la nueva humanidad. Un partido nuevo es algo que precisamente no se levanta con la materia con la que se hacen los sueños. Y si no que se lo pregunten a Monedero, Iglesias y Compañía y la doble conexión iraní-venezolana. Como Josep Pla ante el iluminado Manhathan nocturno, cuando aparezca el primer cartel pegado en una pared con el logo de “España vaciada” habrá que preguntarse otra vez ¿quién paga este gasto?.
La España vaciada se ha convertido en uno de esos eslóganes a los que a izquierda y derecha nadie renuncia por si acaso. Suena a nuevo cante electoral como el ecologismo o el feminismo. Todo el mundo está de acuerdo en poblar lo despoblado y a repartir españoles en el territorio y nadie renuncia a que esa idea la proveche el de enfrente. Por eso a uno le suena a una idea tan vacía como el hueco de España despoblada que se pretende llenar. Da la impresión de que hay demasiada gente que como en tiempos de Carlos III cree que se puede volver a repoblar Sierra Morena con unos nuevos españoles que encontrarán su destino vital definitivo en ser por fin justos y benéficos como pedía la Constitución de Cádiz. Tantas hectáreas de terreno vacías, entre tantos españoles que sobran en Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao, a tanto. Elemental, problema resuelto. Solo hace falta convencer a la Geografía y a los que entran en el reparto. Lo demás también está hecho, por descontado: tantos votantes mal repartidos, multiplicados por los que estarían dispuestos a retirarse al campo y a la vida bucólica, igual a un éxito electoral sin precedentes.
Y dijo el otro: “Arriba el campo y abajo la Universidad”. Totus tontus.