Uno no deja de admirarse cada día de la habilidad de Emiliano García-Page para marcar territorio con Pedro Sánchez y su partido de toda la vida a la vez que rema en la dirección contraria. Parece más gallego que el Feijóo con el que confiesa siempre haber sentido sintonía. Hay que reconocer que sus asesores se ganan el sueldo. Y es que la última salida de Emiliano ante la presunta presión de Núñez para que dé órdenes a los diputados de la región para apoyar una hipotética moción de censura, es de antología: “Muy mal tiene que estar el PP para pretender que yo le resuelva el problema de Sánchez”.
En España la persona menos informada sobre nuestro sistema político sabe que es imposible que algo así suceda. La excusa que siempre se ha puesto a favor de los padres constitucionales cuando tomaron la decisión de blindar a los partidos frente las posibles veleidades de sus propios militantes o dirigentes, fue la estabilidad y la necesidad de poner en esas instituciones, tan denostadas por el franquismo como el origen de todo mal, la clave del sistema. Luego, cuando las maquinarias de los partidos echaron a rodar, no fueron pocos los que hablaron de partitocracia y de la muy superior autonomía que un miembro de la Cámara de Representantes de los EE.UU. o un diputado inglés tiene comparado con un diputado o un senador español. Cuestión de gustos constitucionales porque habría argumentos en los dos sentidos.
Pedir hoy que un dirigente de un partido rompa la disciplina de voto o que un barón regional tenga la capacidad de imponer su voluntad a los diputados nacionales de su región no deja de ser un brindis al sol al que irremediablemente se recurre cuando, tan claro como es hoy, las contradicciones se apoderan de la organización común.
Está clarísimo que de aquí a mayo Page se desmarcará, una y otra vez, cada vez que la necesidad de mantener con vida al Frankenstein que le sustenta, empuje al secretario general de su partido a aceptar venenos y trampas como sedición y malversación como indispensables animales de compañía de su particular juego de mesa familiar. Lo de cabalgar contradicciones se queda enano.
Pero está también claro que el deber de Paco Núñez es dejar en evidencia a Emiliano García-Page poniendo el foco sobre una marca, PSOE, y un nombre, Pedro Sánchez que se presumen tóxicos y letales por estos pagos en primavera. Al final, cuando se abran las urnas, veremos la capacidad de uno y otro por vender su discurso y colocar su foto a la audiencia.