Muchas veces, cuando se habla de la enseñanza concertada, se olvida la variedad de este tipo de colegios. Se piensa sobre todo en los colegios de titularidad religiosa, en los que está clara la finalidad de cubrir un tipo de educación que mantiene una demanda muy constante por parte de los padres y se olvida a las cooperativas de profesores, que aunque minoritarios en el sector a nivel nacional tienen una fuerte presencia en algunos lugares como Talavera.
Hace unos días leía un informe de la Unión de Cooperativas de Enseñanza de ClM que agrupa a los veinte centros de este tipo que existen en la región y uno de los datos llamativos era que ocho de ellos son de la ciudad de la Cerámica. No tengo datos a nivel nacional, pero esa concentración de centros de este tipo es sin duda una singularidad de esta ciudad.
El nacimiento de estas cooperativas formadas fundamentalmente por maestros y profesores, aunque en alguna de ellas participe también parte o todo el personal docente, se produjo en el momento de la Transición, cuando se optó por un modelo de Enseñanza Obligatoria en el que la Enseñanza Pública conviviría con la Enseñanza Privada a base de conciertos. Un modelo, discutido en esos principios de la democracia pero ratificado plenamente después de que el PSOE de Felipe González optara por seguir la misma línea marcada por la UCD. Desde entonces, no han faltado voces desde la izquierda que ponen en cuestión el modelo, y siempre, cuando surge la polémica en tiempos de radicalismo, uno ha tenido la impresión de que en esos análisis se ha metido a todos los colegios privados concertados en el mismo saco y pocas veces se tienen en cuenta algunas de sus peculiaridades.
Un colegio cooperativa de profesores puede ofrecer un marco educativo que solo estará condicionado por el ideario que la propia cooperativa construye, y que, en el marco de las ideas generales puede ser tan progresista o conservador como permite la propia constitución. Hay padres que encuentran ventajas añadidas, tanto en ese marco general como en el tipo de servicios que a veces no encuentran, a pesar de los esfuerzos indudables realizados, en la Enseñanza Pública.
Algunos de esos ocho colegios cooperativas concertados de Talavera ya existían y los cooperativistas negociaron con la propiedad para constituirse como tales, en otros casos surgieron desde el principio con la idea muy clara de que los propietarios y gestores fueran los principales protagonistas de la labor educativa.
Por algunas de las cosas que digo, y otras muchas más, yo nunca he sentido a estos colegios cooperativas concertados talaveranos como una competencia a la Enseñanza Pública. Todo lo contrario. El modelo de gestión y de enseñanza de unos y otros y la práctica de muchos años en la singular Talavera, lo desmiente de manera radical y los acerca cada vez más.