Aunque más de uno pensemos que lo de la alta velocidad a Extremadura, pasando por Talavera, nunca será una realidad, para el año treinta habrá un tren más rápido que los actuales que unirán Madrid y Lisboa. La culpa la tiene el fútbol y los que reniegan de la droga nacional tendrán que admitirlo. El Mundial traerá el tren rápido, aunque no sea echando leches como prometía aquel alcalde de Talavera hace dos décadas. Los que llevaron la candidatura a la FIFA han prometido que la vergüenza del suroeste español será remediada y se recordará el evento futbolero como aquella expo de Sevilla. Luego a lo peor, como en el ochenta y dos, el recuerdo será el fantasma de Naranjito y el fiasco de la Selección.
Todo el mundo coincide en que el factor fundamental para que el oeste de España siga teniendo las mismas infraestructuras ferroviarias de hace más de un siglo ha sido el nulo interés de los gobiernos portugueses por tener línea directa con Madrid. No se lo reprocho, porque es la misma mentalidad que en los inicios de la era ferroviaria hizo que España adoptara un ancho de vía que seguía manteniendo la frontera mental en los Pirineos. Antes que el progreso traído por la máquina de vapor se pensó en lo fácil que lo tendrían los franceses con un nuevo Napoleón para invadir la península con la comodidad de una excursión campestre avanzando con armas y bagajes a cuarenta kilómetros por hora, antes que en la riqueza que generaría.
Me temo que en Portugal han primado hasta ahora los mismos intereses estratégicos. Como decía Saramago, los dos países son como dos hermanos condenados como siameses a compartir una misma espalda. No hay manera de mirarse a la cara aunque se profesen el mejor de los ideales amores fraternales. Todo queda siempre en meros tópicos.
Pero ahora sí. El fútbol es la fuerza que puede con todo y ahí están los estrategas de Arabia Saudí y los países del Golfo para demostrárselo al mundo. El fútbol es la nueva fuerza que mueve el mundo, porque aunque pretendas racionalizar tu relación con él, el sentimiento y las emociones se imponen sobre la razón, como toda la vida han hecho las religiones, ya sean las clásicas, las derivadas de la Santa Iglesia de don Carlos Marx o de los nacionalismos. Se agita una bandera y el cóctel resultante en la masa cerebral es letal.
Ahora sí, el fútbol, la nueva fuerza universal, traerá el AVE a Talavera. O al menos un tren sin averías.