El PP de Paco Núñez le ha pedido a García-Page que cese a los senadores y diputados pertenecientes al PSOE-CLM, todos los cuales han votado a favor de la ley de amnistía, promovida y dirigida por Sánchez con el objetivo prioritario de asegurarse su permanencia en el Palacio de la Moncloa. Una petición, necesaria, justa, y que cualquier ciudadano sin las anteojeras ideológicas consideraría de lo más razonable, si no se diera el pequeño detalle, que tampoco cualquier ciudadano mínimamente informado puede ignorar, del sistema que ha regido la vida política desde el setenta y ocho para acá. La obligación de Paco Núñez, ante la realidad contrastada de que Page nunca llegará siquiera a amagar con hacerlo es ponerle delante de su propia contradicción; colocarle ante el espejo que reflejaría una verdadera posición de fondo. Lo de Paco Núñez es una batalla perdida de antemano pero que no puede dejar de dar.

Tiene uno la impresión, de un tiempo acá, que los entornos de Page y Sánchez han llegado a uno de esos acuerdos tácitos forzados por la dura realidad y cada uno de ellos tiene interiorizado que esto va a ser así hasta que la relación de fuerzas internas en el PSOE se altere con el final del liderazgo de Sánchez o la eliminación de la amenaza y la contestación incesante supone García-Page y que solo desaparecería con la pérdida del poder en Castilla-La Mancha. Mientras Emiliano mande en Toledo, Sánchez con todo su golpe de autócrata no conseguirá nada.

Pero en la política, como en la vida, hacer pronósticos casi siempre sale mal. Bastante tiene uno con la gestión del día a día, por mucho que todo se reduzca al pequeño detalle de seguir vivo o en La Moncloa a la mañana siguiente: amanece que no es poco, que diría el recordado José Luis Cuerda.

Hace unos años, aunque esto va tan deprisa que uno no sabe cuántos, decía uno que García-Page tenía todo que agradecerle al PP regional cuando eliminó de las reglas de juego en Castilla-La Mancha la limitación de mandatos que el PP de la malvada Cospedal había impuesto, junto a la reducción del número de diputados como una de esas medidas que entonces eran jaleadas como verdaderamente necesarias y regeneradoras, principalmente desde las orillas de los populismos a izquierda y derecha que entonces pasaban por su fase fundacional. Con un Page limitado a dos mandatos, las cosas hubieran ido de otra manera en la acera de enfrente y en la propia. Núñez y Sánchez, los mejores partidarios de aquella olvidada norma.