Capilla Sixtina CAPILLA SIXTINA

Resultados

30 mayo, 2017 00:00

Se conocen los resultados de las “Primarias” del PSOE. Pedro Sánchez ha ganado con holgura a los otros dos candidatos y como tal debe ser reconocido y admitido. Lo que más cuesta, sin embargo, es descifrar el ruido de fondo que  acompaña al victorioso y a los derrotados. Para algunos ha sido la victoria bíblica de David contra Goliat. Del débil contra el poderoso, de la militancia contra el aparato, de los nuevos militantes contra los viejos oligarcas, del de abajo contra el de arriba. Una imprecisa ola iconoclasta recorre a algunos segmentos de la organización. En la narración, sobre todo pictórica, de la proeza de David a este  se le representa con la cabeza  de Goliat en las manos. Trasladando esa representación alegórica al momento presente hay gentes más atentas a las posibles decapitaciones que se puedan producir.  La sangre, real o metafórica, siempre alimenta y desencadena estímulos diversos. Poco o nada importan las futuras construcciones de la organización interna, que corrija errores del pasado e introduzca innovaciones que  blinden el funcionamiento democrático  de ese partido. Es de suponer que se cambiarán las estructuras actuales, ya obsoletas, por la aparición del fenómeno de elecciones en procesos de “Primarias”. Durante estos años han coexistido comportamientos  del pasado con los intentos de renovación que se atribuyen a las llamadas “Primarias”. Cualquier candidato que hubiera ganado estaba obligado a definir exactamente el papel del Comité Federal, tras los acontecimientos del aquel mes nefando de 2016. ¿Cuáles serán las competencias de ese Comité Federal?

Hubo un tiempo en el PSOE en el que no existían los barones, un invento de la prensa que a algunos de los aludidos les gustó. El concepto hacía referencia al modelo de organización territorial en nacionalidades y regiones –aromas medievales- en que se organizaba España. Quién ganaba las elecciones en su Comunidad o en los Ayuntamientos más representativos se convertía en barón que, a su vez, controlaba el poder orgánico. Para garantizar la “coordinación” entre los poderes territoriales y los nacionales se concluyó que era aconsejable incluir  de manera automática a los representantes territoriales en el Comité Federal. La España de las Autonomías creaba importantes distorsiones  en el antiguo organigrama de un partido centralista y se creía resolver con la fórmula de dar más poder a los territorios. El efecto de aquella solución fue que se crearon las baronías, con lo que ellas han implicado.

La elección del secretario general por el sistema de Primarias, en las condiciones en las que se ha producido, trastoca todo. El hecho nada baladí de que el secretario general sea elegido por los militantes y no por delegados, como hasta hace poco, impone que el Comité Federal se construya como un órgano de debate, apoyo y contrapeso político, contemplando los diferentes escenarios que este acontecimiento introduce en la organización. Será imprescindible incluir limitaciones de mandatos internos que eviten situaciones en las que los mismos se perpetúan en la organización durante años y años con los anquilosamientos que ello conlleva. De idéntica manera se deberían crear “comisiones internas territoriales” que eludan y controlen posibles prácticas clientelares e hipotéticas corrupciones. En paralelo habrá que potenciar los mecanismos de control de los cargos públicos por parte de los militantes para que las políticas que se realicen en las instituciones no dependan de la voluntad del electo, sino que representen la política debatida en la organización.

Fue Felipe González quién, para que su gobierno no se entendiera como un gobierno partidario, reclamó autonomía para actuar al margen de la organización. El modelo se copió inmediatamente en los gobiernos de las Comunidades Autónomas y de los Ayuntamientos. Nadie ya tendría que explicar las políticas realizadas ante el partido. Por ese agujero se colaron todas las ausencias de participación de los militantes y las amplias discrecionalidades de los elegidos para nombrar cargos y responsables de la instituciones. A partir de esa decisión, las agrupaciones locales empezaron a perder sentido, los comités territoriales se convirtieron en foros de aplauso y no de debate y los militantes se fueron quedando como masa para asistir a los actos partidarios o repartir propaganda. Las políticas de gobiernos y las alianzas electorales deberán ser debatidas en los órganos partidarios previstos. Pero este requerimiento nada tiene de novedoso. Simplemente supone recuperar el papel de la militancia en la acción política en su ámbito territorial. Los cargos públicos no pueden ser responsables ante Dios o ante la Historia de sus actuaciones, sino ante la organización que les propone, que financia las campañas electorales y que les sustenta durante el ejercicio de sus cargos. Estos, entre otros, serán algunos de los retos a los que se tendrá que enfrentar el nuevo secretario general.