Capilla Sixtina CAPILLA SIXTINA

En los espacios de Liberty Valance

4 julio, 2017 00:00

En la película de John Ford “El hombre que mató a Liberty Valance”, una de las  fechorías culminantes del bandido Valance es golpear a un periodista y quemar la sede del periódico local. Una más en la escalada de violencia de un tipo que también se opone a la aplicación de las leyes que un abogado, recién terminada la carrera, quiere implantar en el pueblo. Para Valance el único método de regirse en sociedad es el de la fuerza. A Liberty Valance no le gustan dos de los pilares de la convivencia pacifica: el respeto a las leyes y el valor de la opinión pública. En la lógica de la historia narrada los desmanes del hombre que sólo entiende de violencia y armas deberá ser castigado. Pero, en el  código de la democracia, el castigo no se puede conseguir con los mismos métodos que el violento. No obstante se impondrá el enfrentamiento  con las armas en un duelo singular, según el estereotipo de las películas del Oeste. Aunque quién vaya a defender los valores de la democracia –será elegido Congresista - no debiera emplear recursos similares que quién no acepta sus reglas. Por eso, realmente, quién matará a Liberty Valance no será el abogado inexperto que decide plantarle cara, sino otro hombre difuso en la noche que, en una etapa anterior, había sido también partidario de la violencia como forma de resolución de  conflictos.

Dictadores, gobernantes autócratas, populistas y otras modalidades de autoritarismos modernos tan pronto llegan al poder (incluso algunos antes) buscan silenciar a los medios de comunicación, los boicotean, persiguen periodistas –los cárteles de la droga y sus redes les matan– acosan  y encierran  profesores y maestros. Periodistas y enseñantes son agentes de riesgo. Lo hemos visto  en Turquía con Erdogan. Lo mismo hizo Franco en España: periodistas y maestros resultaban gentes peligrosas. Es lo que Putin impone en Rusia y lo que intenta hacer Trump en EE.UU. Y así en otros muchos países. La prensa, con independencia de su ideología, es un estorbo. El objeto de un deseo antidemocrático: controlar y suprimir cualquier crítica o discrepancia. En una reciente convocatoria del partido político Podemos ha excluido a la cadena Ser, El País, El Periódico de Catalunya, y los digitales El Independiente, Vozpópuli y OK Diario. Cuando algunos de los profesionales invitados hicieron notar la ausencia  de los periodistas de los medios excluidos se dijo que la invitación se había hecho de forma selectiva para generar “espacios de confianza”. Explicación holística y excusa azarosa por su complejidad y por las amenazas que oculta tal formulación. No es la primera incursión, ciertamente, de Podemos en... en los “espacios de Liberty Valance”. En los espacios de Liberty Valance se incluye la intimidación, el rencor, el miedo, la intolerancia hacia el discrepante y, por supuesto, la necesidad de silenciar a los medios discrepantes en cualquiera de sus formatos. Que la mayoría, excepto uno, de los profesionales de los medios no invitados fueran mujeres, no es una cuestión a considerar.

Otra fórmula, tal vez más sutil, de adentrase en los espacios de Liberty Valance se repite desde hace algunos meses en las redes. Se anuncia la baja, como lector u oyente, de un determinado medio de comunicación. Se suele aducir que el motivo es el tratamiento que se da a un líder o a un partido político determinado. Y se publica con intención contagiosa. Evidentemente se busca la imitación del gesto o el desprestigio del medio. Si tal persona, incluido alguien que en el pasado fue ministro, toma la decisión de no seguir a un medio concreto, lo que se pretende es “socializar” la iniciativa. El medio rechazado ha perdido lo que era o lo que creíamos que era. Ya representa otra cosa.  De ahí el disgusto y la decepción. Pero nuestra decepción individual, para que resulte eficaz, debe ser compartida. Y así es cómo se van gestando en las sociedades modernas la intolerancia para quienes no coinciden con nuestras creencias o nuestros proyectos ideológicos o personales. Avanza el proceso y se extiende a otros ámbitos, el de la lectura, por ejemplo. En Universidades y Colegios de países diferentes se pide retirar una determinada novela o un texto concreto de ciencia, de literatura o historia porque dañan tal o cual sensibilidad. Se cuestiona, asímismo, lo que entendemos en la cultura occidental como Libertad de Cátedra. Son manifestaciones de un idéntico fenómeno. Es el miedo a la libertad, según el título de un libro famoso en otro tiempo y hoy olvidado. Las sociedades modernas se van introduciendo, sin apenas percatarse, en el universo de la novela 1984, de Orwell. En el mundo laberíntico del doble pensar: “saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas; sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante recurrir a ello”. En lenguaje más actual se llama posverdad. Agredir a los medios de comunicación y distorsionar la verdad entran en el mismo paquete. Pero recuperemos la película de John Ford. La agresión al periodista y el incendio de la redacción  se debe a que se ha incluido en el periódico un titular y un texto que no gusta a Liberty Valance. Aunque no se inquieten, no es más que una película. Y del Oeste.