¿Nos equivocamos?
Tal vez nos hemos equivocado. Hemos continuado como al principio, como si las cosas y el tiempo fueran estáticos o inertes. Como si nada estuviera cambiando. Y muy deprisa. En el posicionamiento contra el Trasvase de agua del Tajo al Segura el punto de partida de muchos de nosotros fue el No. Un no rotundo, afectivo, sentimental, primario probablemente.
Correspondía oponerse porque eran evidentes desde Toledo o Talavera, empíricamente entonces, reales en la actualidad, los daños que causarían los trasvases de agua del Centro a Levante y al Sur. Pero fue una oposición romántica. Los ciudadanos se manifestaron en contra, algunos políticos se comprometieron más que otros. De entre esos otros, algunos mantuvieron unas posiciones favorables o equidistantes al trasvase y posteriormente la cambiaron por cuestiones meramente de táctica política. Un fiasco. No obstante se creó en diferentes sectores de la sociedad una opinión contraria a los trasvases, que beneficiaron a otras cuencas no a la del Tajo.
En esa lucha romántica no nos dimos cuenta de que en las cuencas receptoras no existía un ápice de romanticismo, sino intereses económicos y muy potentes. En el enfrentamiento entre fuerzas tan desproporcionadas, la derrota de los románticos era segura. En el mundo real raras veces prima el bien sobre el mal, la lógica sobre los intereses económicos, el clima sobre la contaminación, lo que debe ser sobre lo que se hace.
El tiempo pasó, los años se sucedieron, el Trasvase Tajo- Segura se consolidó. Es más, se abrieron nuevos escenarios de uso: se empezó a utilizar el agua del Tajo para “rellenar” las Tablas de Daimiel, para abastecer a Ciudad Real, Madrid o Toledo. La contaminación de los afluentes del Tajo por el crecimiento descontrolado de Madrid y su periferia fue aumentando, las lluvias descendieron, los intereses económicos cambiaron de manos, se comerció con ellos, y cada vez más agua en la zona de Levante se sometió a más usos especulativos. El Trasvase Tajo- Segura ha cruzado por estadios diferentes, sin habernos percatado.
En un escrito reciente pedí que se diera tratamiento de “Cuestión de Estado” a la depuración de todas las aguas y vertidos que desembocan en el Jarama y en el Manzanares. También para los vertidos que van directamente al Tajo. Pero además habría que reclamar un “Pacto por el Tajo” que supere la instrumentalización del Trasvase, porque la politización confrontada crea las condiciones ideales para que el Tajo se siga deteriorando.
El pacto debería llevar incorporado un conjunto de medidas cuantificadas, programadas en el tiempo y controladas en su ejecución, que apuesten por la limpieza efectiva de los caudales del rio como obra prioritaria de inversión pública. Y otras complementarias a la luz de las nuevas condiciones de cambio climático y disminución de aportes hídricos por sequías cada vez más prolongadas. Es decir, iniciar otra época en la defensa del Tajo para no permanecer en la situación actual.