Capilla Sixtina

Presupuestos

5 septiembre, 2017 00:00

Suele decirse que la aprobación de los Presupuestos del Estado, de una Comunidad o de un Ayuntamiento, es el acto político anual más importante del Gobierno. En él, al menos en teoría, se recogerían las intenciones  ideológicas del citado Gobierno. El presupuesto indica si la actividad del gobierno va a ser  proactiva o retractiva. Se admite, también en teoría, que el presupuesto de un gobierno progresista será expansivo y solidario y el de un gobierno conservador será restrictivo. Este último buscará la contención del gasto público por cualquier medio a su alcance, incluidos recortes en todas las aéreas de actuación, las suspensiones y  privatizaciones de servicios públicos. Pero lo dicho no deja de ser simple teoría. 

El presupuesto de la Comunidad Autónoma para el año 2017 ha sido, sin embargo, más que lo enunciado en el párrafo anterior. En realidad, hasta su reciente aprobación, ha sido un desierto mágico. Tras largos meses –desde enero– sin  aprobarse por falta de votos y voluntad, se ha convertido en la llave que ha abierto la entrada a  un pacto de Gobierno entre PSOE y Podemos. ¡Un bombazo! ¡El primer paso de una  revolución!  De hecho ya se  nota  la presencia de la nueva fuerza en el mencionado Gobierno. Del Palacio de Fuensalida, sede del gobierno de la Región, emana una luz roja que iluminará a la izquierda global. Tan intensa que el Presidente se ha visto obligado a decir que Castilla-La Mancha no es la cuna de Carlos Marx, un burgués en la práctica y un rojo en la teoría. A partir de ahora todo será más de izquierdas que ayer, pero menos que mañana. Fíjense que lo primero que se ha pretendido es garantizar para cargos políticos, desempeñados por funcionarios, retribuciones profesionales de por vida lo más altas posibles. Una iniciativa que proclama una inequívoca vocación redistributiva e igualitaria. A pesar del potente contenido revolucionario de la propuesta,  se ha tenido que retirar porque los sindicatos y los revisionistas de siempre aún no están preparados para tan sofisticada igualdad y tan transformadora redistribución. Se hará en otro momento. Un  tropiezo  no tiene por qué ser un obstáculo en la riada de la revolución. La vida de la gente ha cambiado. Sin percibirlo aún es más participativa. Sus comportamientos serán más de izquierdas, aunque no se enteren.

Claro que estos movimientos tan ansiados por la ciudadanía han sentado mal, muy mal a los del PP. Y han recurrido, inmediatamente, al manual del “tremendismo político”. Hablan de un gobierno comunista-venezolano en Castilla-La Mancha; acusan al Presidente de matar a un niño en un hospital o un portavoz llama pederastas y delincuentes a un partido del nuevo gobierno. Lo del “tremendismo” es marca  de la casa y se remonta a su más sonado ancestro fundador, el señor Fraga. Expelen los mayores exabruptos, porque entienden que en eso consiste la libertad de expresión. Se pasan en la provocación y en el esperpento, porque consideran que la democracia se fundamenta en el disparate. Manejan con soltura la sal gruesa y la descalificación. No busquen finura, ni siquiera normalidad. Lo que importa es el ruido, atronador, si es posible. Es su forma de entender la política.