En el bucle catalán
Las recientes elecciones en Cataluña no han resuelto nada. Continuamos en un remolino prolongado que gira sobre sí mismo con la posibilidad de tragarse cuanto se aproxime a su núcleo espiral. Era una de las hipótesis con la que había que contar cuando se decidió aplicar el artículo 155 de la Constitución y convocar elecciones. ¡Con la experiencia acumulada y aún no hemos aprendido que últimamente las elecciones elaboran discursos distintos a los que entienden los que se dedican a la política!
La discusión que se mantiene ahora en algunos círculos es perfectamente inútil. Se plantea si se deberían haber convocado elecciones más tarde, cuando el adversario hubiera estado más debilitado. Nunca lo sabremos. Así que, mejor afrontar los resultados con su carga tanto positiva como negativa.
Analizando los votos se pueden extraer algunas aproximaciones. Primera, Cataluña está fracturada en bloques antagónicos mientras que España está dividida y en una posición más débil que antes del 21D. Segunda, las políticas que hasta el momento han practicado los partidos llamados constitucionalistas no son una “fábrica de independentistas”.
La elaboración del producto tal vez haya que buscarla en otras factorías. Recordarán cómo algunos repetían que cada decisión que se tomaba en Madrid, no coincidídente con la de los independentistas, era una forma de hacer nuevos independentistas. Los votos no avalan la afirmación. Se han celebrado cuatro elecciones en Cataluña desde el año 2010 hasta el 2017. Los diputados independentistas han oscilado desde 76 en 2010 hasta 70 en 2017. Son mayoría, pero no aumentan, de momento. Y tercera conclusión y esta múltiple, lo sucedido a los partidos constitucionalistas. Una parte significativa de los votantes ha optado por Ciudadanos que ha dejado clara su posición. No han andado con componendas en el asunto territorial.
Por el contrario, el PSC, que lleva años siendo ambiguo en casi todo, permanece estancado. ¿Cuándo se convencerán en el PSC y en el PSOE que Iceta no es el candidato adecuado? Pero el mismo comportamiento se ha extendido al resto de coaliciones igualmente confusas. El partido de la señora Colau-Borrell la llamó “la emperatriz de la ambigüedad” - y su “partenaire” nacional, el Sr. Iglesias, presos en la misma confusión, también han bajado en votos. ¿Estará llegando el tiempo de hablar claro y sin rodeos? En cuanto el PP, ha pagado el quietismo de Rajoy y sus últimas decisiones (Soraya no ha dado ni un solo capotazo a este toro). Se ha demostrado que el PP carece de líderes capaces de defender posiciones que no sean las de una derecha integrista. Sin liderazgo, sin discurso y sin gestión, los votos obtenidos son comprensibles.
Con los resultados de la últimas elecciones, el futuro se convierte en más volátil para quienes defienden la unidad y más seguro para los independentistas. Volverán a las instituciones. Manejarán presupuestos. Influirán en la educación, en los medios de comunicación. Reforzarán ante el exterior el relato de la Cataluña civilizada frente a la España dictatorial. Usarán todos los argumentos posibles para reclamar un referéndum que ganarán, si consideramos los resultados últimos. Y por aquí continuaremos sin proyecto y sin narrativa.
Seguiremos distraídos en asuntos menores, tales como quien continúa en el cargo y quién no. No se propondrá ninguna narración ilusionante, frente a la novela de ficción nacionalista en la que se cuenta cómo es posible conquistar el paraíso. La revolución conceptual y territorial que necesita España para enfrentar los nuevos retos no aparecerá por ningún lado. No existirán discursos y los pocos, que en ocasiones afloren, son cercenados por quienes temen perder su posición. Iremos tirando a la espera de que alguien solucione lo que los ciudadanos son incapaces de resolver.