Capilla Sixtina

Ley de mecenazgo

24 abril, 2018 00:00

El mecenazgo en Castilla-La Mancha no es nuevo. Ya lo practicó en Toledo el obispo Raimundo, apoyando con medios, cobijo y protección a quienes se desplazaban a Toledo desde la bárbara Europa para traducir los libros de las ciencias y la filosofía, depositados en las bibliotecas musulmanas. Fueron el origen de la mítica Escuela de Traductores. Desde entonces acá en estos territorios el mecenazgo se ha practicado de manera exótica, no como elemento definidor de una sociedad que quiere progresar. Ahora, en la Cortes de Castilla-La Mancha se encuentra en el alero una Ley de Mecenazgo, a la que el grupo político que apoya al gobierno pone trabas, más por cuestiones procedimentales que por motivos reales. Es el manual cuando se quiere sabotear una ley. Si no se aprobara en esta legislatura sería una catástrofe de la que tendría que rendir cuentas Podemos que, según este diario, “sacan las uñas contra la Ley de Mecenazgo”.

El Gobierno del PP en el ámbito nacional lleva más de dos legislaturas intentando aprobar una legislación de este tipo, que ha costado la cabeza de algún secretario de Estado. Imposible. Ni les interesa la Cultura –algo ya sabido–, ni les importa el Mecenazgo, algo que estamos constatando. El Mecenazgo es una de las variadas fórmulas que tienen las sociedades, sobre todo modernas, para contribuir a lo formación y conservación del Patrimonio Cultural de  unos territorios. La incapacidad, la indiferencia, la despreocupación y el desapego cultural es lo que hace posible tanta ineficacia en el Estado. En CastillaLa Mancha se presenta una Ley de este género. Y por lo conocido es avanzada, progresiva, participativa, orgánicamente estructurada y concebida para entrar en funcionamiento tan pronto se apruebe. Una ley así nos colocaría en el nivel de los países más adelantados en las relaciones con el Patrimonio Cultural. Claro, que nos somos norteamericanos, que llevan años practicando el modelo y se sitúan a la cabeza de las influencias culturales del mundo. Tampoco somos franceses, que entienden el mecenazgo como forma democrática de potenciar la cultura propia, convertida en seña identitaria de la nación francesa. Y nosotros, que tenemos esa oportunidad, parece que queremos dejarla pasar.

En el diario La Tribuna del martes, 17 de abril, leímos que Podemos sugiere que se retire la Ley de las Cortes Regionales. Al parecer, los motivos son puramente formales. No por una diferencia de fondo o ideológica, sino por un simple acto de filibusterismo técnico que arrumbaría el proyecto a otra legislatura. Ignoro las triquiñuelas procedimentales. Pero sí conozco cómo transcurren los tiempos que requieren las leyes hasta ser aprobadas. Si ahora se retira el anteproyecto de Ley de Mecenazgo Cultural de Castilla-La Mancha, adiós,  arrivederci, chao, aufidersen, bye, bye, hasta otra ocasión. La legislatura se cerrará de facto cuando llegue el verano. Lo que vendrá después serán los movimientos para las elecciones que se huelen a la vuelta de la esquina. Las maniobras han comenzado ya. Así que deberían aclarase quienes consideran que la Ley de Mecenazgo Cultural de Castilla-La Mancha debe esperar. Demasiado tiempo llevan la Cultura y el Patrimonio esperando que los poderes públicos se preocupen un “poquito” de ellos. Es cierto que a los pobres les acucian necesidades más primarias. Pero, tan cierto como ese axioma, es que un pueblo que abandona la Cultura es un pueblo que se condena a sí mismo a vivir en la indigencia material, individual y colectiva. Sociedades sin cultura, en esta época de espectáculo y consumo, sobran. La Ley de Mecenazgo Cultural de Castilla–La Mancha nos redimiría, en parte, de  años de abandono. ¿Podrían explicar, sin sonrojarse, que no se aprueba esta norma por asuntos meramente formales o técnicos?