En las fronteras
Veamos. En un primer acto el Sr. Sánchez, presidente del Gobierno de España, toma la decisión de acoger a un barco a la deriva en el mar Mediterráneo con centenares de emigrantes. El “Aquarius” se convierte en un símbolo de los nuevos tiempos. Del quietismo inane de Rajoy pasamos al movimiento. Todo empieza a agitarse. Tanto en España como en Europa. Vértigo. En España la derecha ensaya sus nuevos discursos antiinmigración. Hablan y gritan sobre el efecto llamada. Dicen que España no puede acoger a tantos emigrantes. Acusan a Sánchez de “buenista” (con claro significado despectivo), demagogo e irresponsable. En las redes se mueven con intensidad las basuras xenófobas para los gustos más miserables del personal. Uno o dos millones de emigrantes se están preparando para asaltar de manera inminente el Mediterráneo. Miedo. Los bárbaros se aproximan a las fronteras como nos han contado las novelas y películas de romanos. La situación es insostenible si las invasiones se producen en el tiempo de duración de una película o una novela, que es equivalente al tiempo de la vida de cualquier persona. Más miedo. Aunque las emigraciones que transforman las épocas y los territorios son de larga duración.
Segundo acto, un tiempo después. Otro barco, el "Open Arms", deambula por el Mediterráneo con una nueva carga de emigrantes, buscando un “puerto seguro”. España comunica que no es tal puerto seguro. Ese nuevo cargamento de hombres, mujeres y niños esta vez no serán desembarcados en España. Arrecia el griterío. En esta ocasión hablando de los errores de Sánchez y de sus rectificaciones. Aparecen en otra dimensión quienes critican la actuación del Gobierno por una nueva deriva migratoria. El conflicto coyuntural se resuelve mediante el reparto por diferentes países de Europa, que es uno de los aspectos que se plantea para la política migratoria en la Unión Europea. Silencio ominoso.
Tercer acto. Casi dos centenares de emigrantes saltan la valla de una frontera con violencia y agrediendo a las fuerzas del orden que las vigilan. Nuevo griterío. El Gobierno no es capaz de defender a sus agentes de seguridad. Es una consecuencia de las políticas débiles de Sánchez. Intolerable. De nuevo las redes anónimas, o no tan anónimas, escupen bazofia de todo tipo. Al día siguiente el Gobierno del Sr. Sánchez toma la decisión de devolver a quienes pasaron a territorio español de manera violenta. Así no, proclama el Gobierno. Hasta los mayores defensores de un Estado fuerte y potente, callan. El espacio lo vuelven a ocupar quienes hablan de derechos humanos, de garantías jurídicas, de abogados y burocracia.
Ignoramos cómo serán el cuarto, el quinto, el sexto o los siguientes actos de una tragedia humana que carece de límites y soluciones. La emigración y sus proporciones están rompiendo las costuras de la Unión Europea. Los defensores de cerrar las fronteras, como en el Imperio romano, hablan de enviar ejércitos y tropas para reforzar esas fronteras. El miedo, la fuerza y los gritos nunca han resuelto los conflictos de las migraciones humanas. ¿Qué hacer?