Un acontecimiento brillante
“Atempora” seduce como un acontecimiento brillante en una ciudad deprimida por su clase dirigente. “Atempora” es la exposición de cerámica en diferentes edificios que cuenta la historia de la humanidad entre el fuego, el barro, los óxidos y su imaginación. Se pretenden abarcar seis mil años. Es el resultado del trabajo de un conjunto de personas que reconstruyen la trama humana e histórica de una actividad milenaria. El barro, el agua y el fuego moldearon a la humanidad. Y, casi al mismo tiempo, apareció la “Imaginación”, que civilizó y aportó técnicas y mecanismos de supervivencia a los humanos actuales. Con la pervivencia asegurada, nacieron la estética y la pasión por la belleza. Ambos desarrollos, los utilitarios y los decorativos, los contemplamos en las obras expuestas. Pero “Atempora”, contra lo que pudiera entenderse, habla más del presente y del futuro que del pasado.
Que en Talavera de la Reina la actividad de la cerámica ocupe un lugar destacado, se lo debemos a quienes trabajaron la arcilla, mezclaron colores e intentaron que su obra contuviera un mensaje de optimismo y belleza. Y eso, a pesar de que se imprimió en un soporte tan frágil como el barro o la mayólica. Pero hay más. Desde Talavera y su zona de influencia la cerámica emigró hacia el Nuevo Mundo en busca de mejores condiciones de vida. Y en Méjico, sobre todo, permanece un tipo de cerámica, conocido como de Talavera, con sus azules mestizos y sus amarillos de fuego. Sin embargo nos confundiríamos si creyéramos que aquella fue la actividad que dio trabajo a Talavera en sus tiempos de auge, si es que los tuvo. Fueron los más pobres precisamente, entre ellos el sector de los artesanos, quienes emigraron a los nuevos territorios, llevándose consigo las técnicas y tratamientos tradicionales del barro y las arcillas. La actividad de la cerámica fue una práctica minoritaria. Incluso durante muchos siglos se consideró una dedicación menor. No se consideraba arte, sino artesanía. La Talavera esplendorosa, que algunos evocan para contrastar con las dificultades del presente, se fundamentó en sus recursos naturales y en la capacidad de sus gentes para aprovechar esos recursos que aún se conservan.
La visión pesimista que recibe al visitante de este acontecimiento brillante que es “Atempora” se basa en sensaciones irreales: creer que el pasado fue mejor que el presente y, por una proyección derrotista, también mejor de lo que será el futuro. Nada tan fantasioso y falaz. Las ciudades en el presente son el resultado de las decisiones, acertadas o erróneas, del pasado. Nadie quiere recordar la especulación que asoló Talavera durante años y que marca el devenir actual de la ciudad. La riqueza se presentaba ilimitada. Nadie quiere recordar las “burbujas” que, desaparecida la euforia que provocan, nos enfrentan a la realidad, con su crudeza diaria y con las incertidumbres propias de cualquier presente. En los comienzos del siglo XX, en Talavera se vivían angustias semejantes a las actuales. Se buscaron soluciones, transformando la artesanía en industria. Y durante un tiempo fue una actividad que contribuyó a la economía de la ciudad. No la única, pero sí una más entre otras múltiples.
“Atempora” es un acontecimiento brillante que debería suponer el inicio de un cambio de discurso y de relato de su clase dirigente. Es inútil vivir entre el confort y los consuelos tóxicos que proporcionan los victimismos del tipo que sean. Tampoco vale el recurso a “identidades fantasiosas”. Solo enmascaran incapacidad ante realidades que parecen superarnos. “Atempora” es una oportunidad para plantear qué pueden hacer los talaveranos por Talavera, en lugar de esperar que las soluciones vengan de fuera. O culpar a otros de las dificultades propias.